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lunes, 8 de diciembre de 2014

Matutina de la Mujer: Diciembre 8, 2014

El Señor responde


“Bendito sea Jehová, que oyó la voz de mis ruegos. […] En él confió mi corazón y fui ayudado”. Salmo 28:6, 7.



Estábamos frente a una nueva mudanza. Después de mucho buscar una vivienda segura y en buenas condiciones, conseguimos un departamento que no era muy cómodo, y más pensando en que pronto nacería nuestro segundo bebé. Además, no tenía cochera y nuestros dos vehículos quedarían a la intemperie. Como ese era el único departamento que encontramos y dada la premura del tiempo, hicimos los papeles con la inmobiliaria.

El barrio no era seguro y notamos que a los autos les faltaban cosas: batería, rueda de auxilio, etcétera. Empezamos a preocuparnos, especialmente mi esposo que viajaba constantemente. Orábamos como familia para que Dios nos consiguiera una casa más segura. Visitamos muchas inmobiliarias sin éxito, así que decidimos dejarlo todo en las manos del Señor. Durante cinco meses oramos y visitamos inmobiliarias, pero sin novedad.

Cerca de Navidad, un señor de edad llegó a mi oficina y me preguntó si estaba buscando una casa para alquilar. Asombrada, le respondí afirmativamente. -¿Cómo la quiere y en qué lugar de la ciudad? Quisiera comprar una casa y será para alquilársela a ustedes” agregó. No lo podía creer. Se lo conté a mi esposo y reconocimos que Dios había dirigido todo. De otra forma, no habría salido tan perfecto.

Semanas más tarde, el hombre compró una casa y nos pidió que fuéramos a verla. Nos encantó. Preguntamos por el precio del alquiler y, como era demasiado alto, desistimos. Sin regatear, el hombre dijo: “¿Hasta cuándo podrían pagar?”. Mi esposo le dijo el importe y el hombre respondió: “Está bien, acepto, yo compré la casa para que ustedes la habiten. Lo único que les pido es que se hagan cargo de la pintura y coloquen los roperos”.

Este señor no hizo contrato de locación con nosotros. Tampoco nos pidió garantía, ni mes de depósito. Solo nos dio una cuenta bancaria para que le depositáramos mensualmente el dinero.

¡Es increíble cómo contesta Dios las oraciones! Aprendimos a confiar en Dios y a poner en oración hasta las cosas más pequeñas de nuestra vida. Él está al tanto de todos los detalles y responde más allá de lo que podamos esperar.

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