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viernes, 19 de diciembre de 2014

Matutina de la Mujer: Diciembre 19, 2014

¿Miedo a la soledad?


“Se alegrarán el desierto y la soledad […] porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad. Isaías 35:1,6.



La soledad es mala compañía, más vale solo que mal acompañado” son adagios nacidos de la experiencia, pero ¿Cuál de los dos están más cerca de la verdad? No sé cuál es la verdad. Ni siquiera sé si al respecto existe una verdad, ni quién la tiene. Lo que sí sé es que la soledad no tiene por qué ser un enemigo, ni causa de miedo ni de vergüenza.

Nuestra cultura señala y mortifica a las personas solas, al punto que ras, viudas, divorciadas prefieren vínculos poco o nada satisfactorios antes de pertenecer a la categoría de “solas”, pero que esto suceda no quiere decir que la soledad sea temible, alienante ni indeseable.

La soledad es un estado del alma, una proyección de la vida interior. Difícilmente un interior “lleno” de buenas realizaciones y propósitos proyecte soledad, vado o ausencia. Al contrario, la soledad nos enfrenta con nosotras mismas. Es beneficiosa y necesaria cuando la usamos para auto conocernos y saber quiénes y cómo somos en realidad.

La vida de hoy nos ametralla con tantas actividades y exigencias que la soledad se hace imprescindible. Es en soledad que podemos identificar y evaluar nuestros pensamientos, sentimientos, motivaciones, porqués, dudas. Es en soledad que ponemos nuestra vida interior en orden. Es en soledad que nos fortalecemos espiritualmente y estrechamos nuestra comunión con Dios. Es en soledad que nos enriquecemos para enriquecer a otros.

¿Será que rehuirnos la soledad por miedo a encontrarnos con nosotras mismas? ¿¿O quizá para no descubrir cómo somos realmente? ¿O porque tememos el qué dirán? Hoy los solos buscan toda forma posible de agruparse o llenar su soledad con ruido, televisión, Internet, celular, viajes. Hasta las iglesias crean asociaciones o actividades para solos. ¿Será que la soledad se resuelve de esa manera? Creo que no. La soledad no se resuelve en compañía de otras soledades. Se supera con proyectos, sentido, altruismo, una fuerza interior plena, amor a la vida y la presencia constante de Dios. Entonces, ¿por qué temerle? Desplacemos el yo y dejará de aterrorizarnos.

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