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viernes, 12 de diciembre de 2014

Matutina de la Mujer: Diciembre 12, 2014

Veneno versus antídoto


“Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?”. Génesis 3:1



Una mañana fui al sanatorio para hacerme el control anual y. mientras esperaba para que me extrajeran sangre, jugaba con mi hijita. De pronto, escuché en las noticias transmitidas desde la pantalla de plasma algo que me llamó atención: “Suicidio en vivo y en directo”. Sorprendida, traté de ver quién había permitido que alguien se quitara la vida frente a las cámaras de televisión, y quién era la víctima. Resultó ser un pobre hombre de 75 años, desesperado y sin expectativa de vida, que había pedido que le dieran un veneno para morir ante los ojos de quienes lo habían despojado de su esperanza.

Todos conocemos los efectos del veneno. Algunos son más rápidos, otros más lentos, pero siempre llevan a la muerte. No en vano la Biblia nos presenta a la serpiente, un reptil venenoso, como símbolo de Satanás, y a su veneno como símbolo del pecado. En altas dosis el veneno arde, quema y finalmente mata. En pequeñas dosis se roba la vida paulatinamente, pero también mata.

Así es el pecado, el veneno de Satanás, en nuestra vida; entra lentamente, sin que nos demos cuenta, y nos destruye. No nos da opción a vivir, salvo que un antídoto llegue a tiempo.

Como contraparte, Jesús fue y es el antídoto para el veneno del pecado. Él murió para redimirnos del petado, nos limpia, nos quita el veneno y nos da la esperanza de seguir viviendo aquí y en la eternidad.

Satanás emplea la forma más insidiosa de envenenar de a poco, imperceptiblemente, y mezclando el veneno con gustos y sustancias agradables a los sentidos. Generalmente, no lo inyecta, lo da a beber en dosis muy pequeñas. Se toma todo el tiempo necesario y le pone toda la creatividad imaginable. No nos hace beber todo el veneno de un sorbo, sino de a gotas.

Amiga, ese veneno puede venir en forma de envidia, enojo, orgullo, mentira, temor, desánimo, egoísmo, ansiedad, materialismo, vanidad. Tomemos el antídoto a tiempo. Dejemos a Jesús tomar el control de nuestra vida y notaremos que los venenos de este mundo no llegarán a hacemos mal.

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