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jueves, 11 de diciembre de 2014

Matutina de la Mujer: Diciembre 11, 2014

Dios aprobó el examen


“Traigan su diezmo al tesoro del templo […] Póngame a prueba en eso, a ver si no les abro las ventanas del cielo para vaciar sobre ustedes la más rica bendición”. Malaquías 3:10, DHH.



Corría 1978. Yo había enviudado hacía poco y fui al banco a cobrar una pensión que me daba el estado por la muerte de mi esposo. Ese dinero era todo mi sustento. Recibí tres billetes y los guardé en la billetera, que coloqué dentro de mi bolso.

Antes de volver a casa, pasé por una tienda a comprar un par de medias. Me demoré unos minutos eligiendo medida, marca y color. Cuando me decidí, busqué el precio del artículo y no lo encontré. Una mujer se me acercó suavemente e intentó “ayudarme” buscando ella también la etiqueta del precio. Como no la encontramos, la mujer, así corno había llegado desapareció entre la gente. Bueno, en realidad, no “como había llegado”, sino después de haber metido la mano en mi bolso y haberme robado la billetera ¡con todo mi dinero!

Me di cuenta cuando llegué a la caja y quise pagar mi compra. Me sentí mal. Al verme confundida, una señora que estaba a mi lado se compadeció y me dio las monedas para el colectivo. Le agradecí a Dios por haberme ayudado a volver a casa.

Cuando tomé conciencia de haber perdido todo el dinero del mes, le pregunté, llorando, al Señor “¿Por qué, Señor? Tú sabes que te soy fiel en todo. Devuelvo los diezmos y las ofrendas con toda honestidad. ¿Con qué voy a vivir este mes?”. Sin poder evitar la angustia, dejé el problema en las manos del Señor. Sabía que él me daría alguna solución.

Al día siguiente, con los pocos pesos que tenía en casa, fui al supermercado a comprar un paquete de avena. Llegué sobre la hora de cierre y fui directamente al pasillo donde estaba la avena. Torné un paquete y allí, debajo… ¡estaba mi dinero! Miré a mí alrededor. No había nadie. Dudé en tomarlo, pero me animé a contado. ¡Era casi mi sueldo entero! Yo estaba segura de que el Señor me lo había repuesto porque los billetes ¡eran nuevos, perfectos, impecables, no habían pasado por manos humanas!

Le agradecí al Señor con todo mi corazón. Amiga, si somos fieles en devolver los diezmos y las ofrendas, recibiremos bendiciones en sobreabundancia. Prueba al Señor en estoy verás cómo aprueba el examen.

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