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lunes, 3 de noviembre de 2014

Matutina de Menores: Noviembre 3, 2014

Un nombre inmerecido


“Todos tendremos que presentarnos delante de Dios, para que él nos juzgue.  Porque la Escrituro dice: “Juro por mi vida, dice el Señor, que ante mí doblarán la rodilla y todos alabarán a Dios”. Así pues, cada uno de nosotros tendrá que dar cuenta de sí mismo a Dios” (Romanos 14: 10-12).




A veces, la reputación funciona al revés: algunas personas obtienen buena fama aunque en realidad no la merecen. ¿Conoces a alguien así? Como por ejemplo el chico de tu grupo del proyecto de ciencias que trabajó lo menos posible se jacta de su «gran idea» cuando el proyecto lleva la nota más alta; o el que pretende ser «bueno» pero usa un lenguaje soez en cuanto no hay adultos escuchando

En una de mis clases de inglés, una vez pregunté a los alumnos qué era lo que más los enojaba, pensando que iban a contestar: la gente que se burla de los demás, no poder salir hasta la hora que uno quiera… En cambio, la gran mayoría de estudiantes contestó: la gente que finge ser lo que no es.

John Montagu, el conde de Sandwich, era así. Parecía que podía darse el lujo de la peor conducta y a pesar de ello mantener su imagen intachable como Primer Lord del Almirantazgo. Incluso consiguió que el capitán James Cook pusiera su nombre a las Islas Sandwich (que más tarde se llamaron Islas Hawai.) Montagu, un jugador corrupto al que no le importó traicionar a un miembro de su familia, en 1762 pasó veinticuatro horas sentado a la mesa de juego. Durante esa maratón de juego de cartas su sirviente le llevó carne entre dos rodajas de pan, y ese fue el primer sándwich.

Así que, aunque le podemos agradecer a Montagu por la invención del sándwich, no vamos a decir que admiramos su carácter ni que deseamos ser comno él. Al contrario, él y todos los que son como él son dignos de que les tengamos lástima porque viven totalmente complacidos en el pecado.

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