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lunes, 10 de noviembre de 2014

Matutina de Menores: Noviembre 10, 2014

El muro cayó


“Con tu fuerza puedo aplastar un ejército; con mi Dios puedo escalar cualquier muro” (Salmo 18: 29, NTV).



El muro de Berlín fue construido para dividir una ciudad, y desde 1961 hasta 1989 logró su propósito. Durante veintiocho años la gente del Este de Berlín no pudo ver a sus familiares y amigos del Oeste, y viceversa. Recuer­do haber visto en televisión cómo derrumbaban el muro y cómo muchas per­sonas del Este de la ciudad escalaban el muro para pasar al otro lado. Los miem­bros de una familia que no se habían podido ver durante años se abraza­ban, llorando de felicidad. Gente con lágrimas en los ojos golpeaba el odiado muro con picas y mazos.

Apenas dos semanas antes un turista había visitado el muro. Estando allí le preguntó a un funcionario público de la Alemania del Oeste si alguna vez se iba a tirar abajo aquel muro. «No mientras vivamos», contestó el hombre. Nadie habría imaginado en ese momento cuán equivocado estaba. Pocos días después de la caída del muro visité una tienda en Oregon, Estados Uni­dos, y vi un letrero que decía: «Compre un trozo del muro de Berlín». Como de costumbre, alguien había inventado el modo de enriquecerse.

Un amigo mío, que es alemán, visitó Berlín pocas semanas después de haber sido derrumbado el muro. Mientras contemplaba los escombros, pensó en aquellas personas valientes que durante años habían tratado de escapar sin lograrlo. Y ahora ya no había muro.

A menudo, nosotros también construimos muros. Por ejemplo, cuando tenemos miedo, o nos sentimos solos o inseguros, levantamos pequeñas paredes protectoras para mantener a otras personas a una distancia segura. Cuando llegamos a conocer a alguien demasiado bien, podemos llegar a preocuparnos mucho por su problema y eso puede hacer que nos agobiernos y levantemos un muro. Por otro lado, si mantenemos a los demás a una cier­ta distancia, no pueden lastimarnos tanto. Si se acercan demasiado y comienzan a ver nuestros defectos, pueden rechazarnos.

¿Qué muros te separan de tus amigos, de tu mamá y tu papá, tus hermanos, tus maestros, tu Dios? ¿Quieres pedirle a Jesús que te ayude a es­calar los muros que te impiden ser totalmente libre para amar a los demás? O mejor aún, ¿le pedirás que te ayude a derribarlos?

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