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martes, 25 de noviembre de 2014

Matutina de la Mujer: Noviembre 25, 2014

¡Resistiré!


“Me quitaste la ropa de luto y me vestiste de fiesta para que te cante y te glorifique, y no me quede callado. ¡Señor mi Dios, siempre te daré gracias!”. Salmo 30:11,12 NVI.



Estaba segura de que había nacido para ser feliz. Mi hogar de la infancia y juventud era sólido material y espiritualmente. El hogar que había formado con Oqui, mi querido esposo y papá de nuestras dos pequeñas hijas, era bienaventurado. La vida nos sonreía y agradecíamos cada día a Dios por esa bendición.

En enero de 1978 pasamos una parte de nuestras vacaciones con mis padres, y disfrutaríamos los días restantes junto a mis suegros. Después, con renovadas fuerzas, retomaríamos la rutina del trabajo.

Emprendimos el viaje temprano porque sería largo. Todo transcurría normalmente hasta que en la carretera, cerca de la ciudad de Santa Fe, se dibujaba una curva y contracurva sin cartel indicador de las vías del ferrocarril. Oqui no vio que un tren se acercaba… y pudo el más fuerte.

En menos del tiempo necesario para contarlo, nuestro futuro quedó para siempre en las vías del tren. Después de 32 años me enteré de que el maquinista había sacado a Oqui de entre los hierros retorcidos. Ya era tarde para él. Seguramente, el ángel guardián protegió a las nenas, que habían quedado en un hueco de hierros y acero donde estaban asustadas, pero ilesas. Yo tenía mi cabeza aprisionada debajo del asiento. Estaba inconsciente… y ciega.

Volver a la vida fue tarea larga y dolorosa. Yo debía funcionar con lo que quedaba… y quedaba poco. Solo después de tres meses comencé a mejorar lenta y progresivamente.

Un huracán había deshecho mi hermoso nido. De a poco, Dios me sacó de la depresión. El Salmo 23 se tornó mi preferido. Mucho me ayudó el poema Resistiré escrito por Carlos Toro (sobre música de Manuel de La Calva), que dice en una de sus estrofas: “Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte, soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie. Resistiré para seguir viviendo. Soportaré los golpes y jamás me rendiré. Y aunque los sueños se me rompan en pedazos, resistiré, resistiré”. Del “valle de sombra y de muerte” salí de la mano del Señor. Él le aplicó cirugía estética a mis cicatrices del cuerpo y del alma.

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