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viernes, 21 de noviembre de 2014

Matutina de la Mujer: Noviembre 21, 2014

Libre por fin


“Si tu ley no hubiese sido mi delicia, ya en mi aflicción habría perecido”. Salmo 119:92.



“¡Mamá! ¿No escuchaste lo que dijeron por televisión? ¿Por qué estás fumando?” me preguntó mi hijo sorprendido. El corazón se me encogió de golpe y sentí mucha angustia. ¿Cómo explicarle a un niño de cinco años mi lucha desesperada e inútil para dejar de fumar? ¡De sobra sabía yo que el cigarrillo acortaba drásticamente el tiempo y la calidad de vida!

De niña siempre me había impresionado una historia familiar que se narraba como advertencia a los que fumaban. Mi tío Vicente, fumador empedernido, había contraído un cáncer fulminante y muy doloroso. En sus últimos días repetía continuamente: “Ahora sí puedo dejar de fumar, ¿por qué no pude antes?”

Lo cierto es que hacía un año, aproximadamente, que yo estaba tratando, por diversos métodos, de dejar de fumar, fracasando vez tras vez. Me sentía culpable e impotente. Me amargaba el ejemplo que estaba dándole a mis hijos. En ese momento llamaron a la puerta. Era una vecina que venía a invitarme para un ciclo de conferencias con diapositivas sobre temas muy interesantes de actualidad. Aunque solo pude ir a una de ellas, acepté los estudios bíblicos que me ofrecieron posteriormente y mi vida comenzó a cambiar. Cuando estaba por tomar el tercer estudio de la serie, pude dejar de fumar para siempre. Nunca más envenenaría mi organismo ni me sentiría esclava del vicio

Años después, cuando dirigía a un grupo de adolescentes que participaban de una marcha de temperancia, tuve oportunidad de expresar mi agradecimiento y mi testimonio del poder de Dios para liberar a quien lo busca sinceramente.

Hace veinticuatro años que mis pulmones respiran libremente. En ese lapso, otros nueve de mis parientes, entre ellos tíos y primos, han descendido a la tumba por culpa del tabaco. Estoy segura de que yo hubiera sido la décima.

Amiga, si tienes un problema de adicción o estás presa de algún vicio, recuerda que Dios es poderoso y está dispuesto a librarte, aunque no forzará tu voluntad. Entrégate a él y estudia su Palabra. Pronto encontrarás la manera de cortar esa implacable cadena que te impide avanzar hacia un futuro de libertad.

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