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sábado, 22 de noviembre de 2014

Matutina de Adultos: Noviembre 22, 2014

Repensar la organización de la iglesia -1


Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén. Hechos 6:7.



El crecimiento generalmente es algo bueno. Pero, en las iglesias, tradicionalmente, este ha provocado que sea necesario repensar las estructuras que permiten que un cuerpo religioso ejerza su función. Así fue en Hechos 6, cuando el cambio produjo el nombramiento de diáconos.

El adventismo del séptimo día ha experimentado un crecimiento dinámico desde su creación. El período de 1863 hasta 1900 tuvo una expansión de la iglesia sin precedentes, en parte debido a su organización. El adventismo entró en ese período con 6 asociaciones y 30 evangelistas, todos ubicados en el cuadrante noreste de los Estados Unidos. La iglesia salió de ese intervalo de tiempo con 45 asociaciones locales y 42 misiones, con 1.500 obreros evangélicos diseminados alrededor del mundo.

Más allá del crecimiento en el ámbito de las asociaciones, el sector institucional de la iglesia también tuvo un rápido desarrollo. Solo entre 1888 y 1901, la cantidad de instituciones médicas importantes saltó de 2 a 24, terminando con unos 2.000 empleados. Para 1903, la iglesia pudo informar de 464 instituciones educativas adventistas desde el nivel primario hasta el universitario, que empleaban a 687 docentes y con una matrícula de 11.145 alumnos. Además de las instituciones de salud y de enseñanza, había comenzado a funcionar una cantidad siempre creciente de casas editoras alrededor del mundo.

Esa expansión sin precedentes en todos los sectores de la iglesia produjo una situación administrativa que el formato organizativo de 1863 no estaba preparado para manejar. La mayoría parecía contentarse con la estructura de dos niveles por sobre la congregación local. Pero, pronto descubrieron ciertos problemas inherentes.

Uno era la centralización de la toma de decisiones en los pocos que conformaban la pequeña comisión ejecutiva de la Asociación General (nunca más de 8 miembros antes de 1897, cuando cambió a 13)… que casi nunca se reunía. De modo que la mayoría de las decisiones importantes recaía sobre el presidente de la iglesia. De cualquier modo, el hecho de que Jaime White y George I. Butler tuviesen tendencia a dominar no ayudaba mucho. Así que, el eterno problema con la estructura de 1863 era que se prestaba a lo que Elena de White repetidas veces mencionó como “realeza”.

Para 1900, casi todos reconocían la necesidad de un cambio.

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