Buscar...

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Matutina de la Mujer: Noviembre 19, 2014

Plegarias de una madre


“Y le dijo Jehová: Yo he oído tu oración y tu ruego que has hecho mi presencia”. 1 Reyes 9:3.



Llevaba diecisiete años de casada cuando me enteré que estaba embarazada. En ese tiempo yo recorría mi vida alejada de en Dios, pues pensaba que el mundo me ofrecería algo más interesante que él.

Cuando me enteré de que iba a ser madre daba saltos de alegría, hasta que un día empecé con molestias en mi vientre. Fui al médico y después de una revisión de rutina, me mandó de vuelta a casa. A la semana siguiente tuve que volver. Había empezado a tener pérdidas y el embarazo corría peligro.

El médico que me examinó en el hospital ordenó una ecografía para controlar al bebé. Allí fue cuando se desmoronó mi castillo de arena. El desprendimiento de placenta era más grande que mi bebé y se sujetaba a mi vientre apenas por un hilo. Desde ese momento en adelante los médicos no podían asegurarme que llegaría al final del embarazo, y no me daban muchas esperanzas.

Estuve internada cinco veces con amenaza de aborto espontáneo. Una noche sentí mucha angustia. Estaba en la semana 37 de mi embarazo y desperté con una fuerte presión en el pecho. Durante siete meses había estado pidiendo que Dios sostuviera mi embarazo y no permitiera que mi niña naciera antes de tiempo. Esa noche, antes de dormir, le pedí a Dios que quitara su mano de mi vientre porque mi niña ya no corría riesgo de vida. Le dije que ya no necesitaba su ayuda, que le agradecía pero que ahora podía sola.

Una semana después, me internaron en el hospital para el parto. Los peligros no habían terminado. El ginecólogo que me atendió me rompió la bolsa y me dijo que me iban a hacer una cesárea de urgencia. Mi mamá no cesaba de implorar a Dios por mí y mi bebé. A las 9:00 nació Camila con un tono verdoso en la piel, pues había aspirado el espeso meconio. Estuvo un minuto y medio sin respirar y luego la colocaron dos horas en la carpa de oxígeno. Mamá no se separó de ella ni dejaba de clamar a Dios por mi niña.

Hoy, Camila es una hermosa niña de siete años que se recuperó sin necesidad de ser internada en terapia intensiva, gracias a la intercesión en ferviente oración de mi mamá y a la respuesta de amor de nuestro amado Señor, que vela por cada una de nosotras.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario