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lunes, 17 de noviembre de 2014

Matutina de la Mujer: Noviembre 17, 2014

No todo está perdido


“Echa tu pan sobre las aguas; porque después de muchos días lo hallarás”. Eclesiastés 11:1



Alicia pasaba ese sábado de mana por una calle de Montevideo, y le llamó la atención que una iglesia tuviera sus puertas abiertas. Por curiosidad entró, le gustó lo que oyó y el siguiente sábado   regresó. Yo era instructora bíblica en esa iglesia; después del culto la busqué y conversamos. Me dio su dirección para que la visitara, y comenzamos a escudriñar las verdades de la Palabra de Dios.

Un día me abrió su corazón. Su esposo era bebedor y tenía un hijo pequeño, así que ella era el único sustento de la familia. Trabajaba en una fábrica y habitaban en una casilla de madera, instalada en el centro de una calle cortada. El dueño amenazaba con echarlos porque debían varios meses de alquiler.

Sentí que no podía ser indiferente, así que al día siguiente fui al banco y retiré de mis escasos ahorros el dinero que Alicia necesitaba. En el siguiente encuentro se lo entregué. “¿No es que partas tu pan con el hambriento?” (Isa. 58:7), pensé. Me sentí aliviada y feliz. Días después, cuando fui al barrio para el estudio bíblico de todos los domingos, ¡oh, sorpresa! Alicia no estaba. ¡Tampoco la casilla! Después supe que la municipalidad la había sacado para prolongar la calle. Nunca más la vi.

Pasaron casi de diez años. Yo regresé a mi país, y Alicia era solo el triste recuerdo de un fracaso. Por ese entonces, los jóvenes de mi iglesia organizaron un viaje de confraternidad para visitar a los jóvenes de mi antigua iglesia en Montevideo. Estando allí, nos pidieron que presentáramos nuestro programa el viernes de noche en una iglesia ubicada en las afueras de la ciudad. Estaba lista para retirarme después de haber cumplido con la invitación, cuando se acercó una señora y me dijo:

—¿Se acuerda de mí?
—Perdone, soy mala fisionomista.
–¿Se acuerda de Alicia?
—¡Alicia!

Alicia se había perdido para mí pero no para Dios. Después de mudarse había buscado la iglesia más cercana a su nuevo domicilio, y allí estaba ¡firme y fiel! ¡Qué enorme alegría! Nos abrazamos y volvimos a abrazarnos. Querida amiga cumplamos el deber de echar el Pan de vida sobre las aguas. Dios se encargará del resto.

1 comentario:

  1. Que gran alegría!!! Dios siempre cumple su promesa, lo importante es hacer nuestra parte. Dar sin mirar a quien. Este versiculo se puede referir tanto al pan físico como al Espiritual. De ambas formas hay recompensa. Dios es grande.

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