Buscar...

martes, 11 de noviembre de 2014

Matutina de la Mujer: Noviembre 11, 2014

La más rica herencia


“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”. Salmo 119:105.



Nuestro Padre celestial ha permitido, por su gracia, que a lo largo de quince siglos sus siervos escribieran una carta, dictada por su amor y misericordia, que ha puesto en nuestras manos: su Palabra.

Esa carta llena el alma de quien la lee, la escudriña y la práctica. Como toda carta escrita con el corazón, muestra el carácter de quien la escribe. Mediante ella podemos conocer el carácter del Padre celestial, y cuando lo conocemos, aunque sea en parte, brota en nosotros el deseo de estar cerca de él. Deseamos ser sus discípulos y reflejarlo en nuestra propia vida. Deseamos compartirlo con quienes aún no lo conocen para que encuentren la luz en medio de tanta oscuridad.

Elena G. de White dice: “Vemos y sentimos la importancia de comprender personalmente las Escrituras. Aunque haya personas que nos enseñen las cosas que encierra la Palabra de Dios, eso no satisface nuestras necesidades. Debemos escudriñar personalmente las Escrituras” (Elena G. de White en Europa, p. 273).

Pocas cosas nos enriquecen tanto como leer la Biblia. Allí encontramos la experiencia de hombres y mujeres como nosotros, que vivieron según la voluntad de Dios y otros que recibieron la desaprobación del Padre, y nos muestran lo que no debemos hacer.

Los que vivimos en los días finales de este mundo, encontramos un mensaje pertinente. Así lo declara Elena de White: “Doquiera se proclaman las verdades del evangelio, aquellos que desean sinceramente hacer lo recto son inducidos a escudriñar diligentemente las Escrituras. Si en las escenas finales de la historia terrenal, aquellos a quienes se proclaman las verdades probatorias siguieran el ejemplo de los bereanos, escudriñando diariamente las Escrituras, comparando con la Palabra de Dios los mensajes que se les dan, habría un gran número de personas leales a los preceptos de la ley de Dios donde ahora hay comparativamente pocos” (Los hechos de los apóstoles, cap. 23, pp. 177-178).

Querida amiga, leamos más nuestra Biblia. Hagamos de ella nuestro libro de cabecera más que nuestra devoción personal. Recordemos que es la carta de amor de nuestro Padre celestial y, como tal, merece el primer lugar en nuestro corazón.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario