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jueves, 27 de noviembre de 2014

Matutina de Adultos: Noviembre 27, 2014

Repensar la organización de la iglesia -5: El Congreso de la Asociación General de 1901


Y por un profeta Jehová hizo subir a Israel de Egipto, y por un profeta fue guardado. Oseas 12:13.



Algunas cosas parecen casi imposibles de hacer. Una de ellas fue la reestructuración de la Iglesia Adventista en 1901. Los principales dirigentes habían discutido el tema por más de diez años, pero no habían logrado nada.

Todo eso cambió a partir de una reunión de dirigentes de la iglesia presidida por A. G. Daniells, en la biblioteca del Colegio de Battle Creek el 1° de abril de 1901. Daniells dijo a los allí congregados que algunos de ellos se habían reunido la noche anterior, pero que querían abrir la discusión a otras personas y también permitir que “la hermana White […] esté presente y ponga ante nosotros alguna luz que pudiera tener para nosotros”.

Sin embargo, Elena de White no quiso hacerse cargo de la reunión. “Pensé”, dijo a Daniells, “en dejar que usted dirija, y luego, si yo tengo alguna cosa para decir, lo diré”. Él respondió que él y sus colegas no querían seguir analizando el tema de la reorganización hasta haberla escuchado a ella.

La señora de White contrarrestó, diciendo: “Yo preferiría no hablar hoy […] no porque no tenga nada que decir, porque lo tengo”. Entonces, presentó durante una hora y media una de las charlas más influyentes de su ministerio.

En términos precisos, exigió “sangre nueva” y una “organización totalmente nueva”, que ampliara la base de gobierno de la iglesia. Al oponerse a la centralización de poder en pocas personas, no dejó dudas de que el “poder gobernante monárquico” y cualquier administrador que tuviese un “tronito” tendría que irse. Instó a “una renovación sin más demoras. Dejar que pase este congreso y terminar como en otros congresos, con la misma manipulación, con el mismo tono y el mismo orden, ¡Dios no lo permita! Dios no lo permita, hermanos” (Manuscrito 43a, 1901).

Al día siguiente, en la reunión inaugural del Congreso de la Asociación General, ella tomó la palabra y pidió la reorganización en términos precisos, aunque “no podría decir exactamente cómo llevarla a cabo” (1901, GCB 25). Desde su perspectiva, era su deber instar a la reforma, pero era responsabilidad de los delegados crear las estructuras.

Aquí encontramos algunas revelaciones interesantes sobre el rol profético de Elena de White. En este caso, ella funcionó como la “bujía” para que las cosas avanzaran. Sin su función de “encendido”, en 1901, la iglesia probablemente no habría tomado ningún voto firme en cuanto a la reorganización. El don profético es una de las formas en que Dios guía a su pueblo.

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