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domingo, 23 de noviembre de 2014

Matutina de Adultos: Noviembre 23, 2014

Repensar la organización de la iglesia -2: El llamamdo al congregacionalismo


Cristo es la cabeza de todo varón. 1 Corintios 11:3.



Los años posteriores a 1888 presenciarían el desarrollo de dos estrategias esenciales para reorganizar la iglesia. Los teólogos más destacados e influyentes de la iglesia durante la década de 1890 –A. T. Jones, E. J. Waggoner y W. W. Prescott– promovieron el primer método de reforma. Concebían una eclesiología teológica que, básicamente, sostenía que la iglesia no necesitaba presidente, ya que Cristo era su cabeza y dirigiría a cada persona que había vuelto a nacer.

Según Waggoner, “unidad perfecta significa independencia absoluta […]. Esta cuestión de la organización es algo muy sencillo. Todo lo que hay que hacer es que cada persona se entregue al Señor, y luego el Señor hará con ella como él quiere […]. ‘Recibid el Espíritu Santo’. El Espíritu Santo es el organizador”. “Si lo hacemos bien”, afirmó Prescott, “no habrá ningún directivo aquí”. “Todos vosotros sois hermanos” es el ideal bíblico.

Para Prescott, Jones, Waggoner y sus colegas, ese sistema no era anárquico, sino verdadera organización bíblica. Ellos impulsaron sus ideas con gran vigor en los congresos de la Asociación General de 1897, 1899, 1901 y 1903.

Su mayor éxito se dio en 1897. Estimulados por una cita de 1896 de Elena de White (sacada del contexto de sus declaraciones generales sobre el tema), que sostenía que “no es sabio escoger a un solo hombre como presidente de la Asociación General” (Carta 24a, 1896), la sustancia de la reforma instaba a no tener ningún presidente (su opción de preferencia) o varios presidentes. Durante 1897, hicieron aprobar una resolución para tres presidentes de la Asociación General: uno en los Estados Unidos, otro en Europa y otro en Australia.

En la práctica, las cosas no funcionaron según el deseo de los reformadores. Pero, sus ideas eran sólidas, y las defendieron enérgicamente en 1901 y 1903.

A. G. Daniells, que finalmente llegó a ser presidente de la iglesia, mencionó en broma que las ideas de Jones y de Waggoner sobre la organización funcionarían en el cielo, pero no en la Tierra, por cierto. Y Elena de White debió de haberse asombrado por el sesgo extraño que los dos hombres le habían dado a su declaración original.

Ayúdanos, Señor, al pensar en el propósito de la organización con relación a la misión de tu iglesia aquí, en la Tierra.

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