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jueves, 13 de noviembre de 2014

Matutina de Adultos: Noviembre 13, 2014

El Advenimiento en marcha -9: Sudamérica


Como me envió el Padre, así también yo os envío. Juan 20:21.



Muchos de los misioneros adventistas pioneros no contaban con el apoyo de ninguna “organización”; el Espíritu los impulsaba a ir como obreros de sostén propio. Así ocurrió con Sudamérica.

Curiosamente, aunque los idiomas principales de ese continente son el castellano y el portugués, las primeras conversiones a la iglesia fueron de inmigrantes de habla germana y francesa radicados en las repúblicas de Argentina, Chile y Brasil. En gran medida, eso se debía al hecho de que la iglesia carecía de material en castellano y en portugués, y de personas que hablaran esos idiomas.

Los primeros adventistas del séptimo día que llegaron a Sudamérica fueron Claudio y Antonieta de Dessignet, que habían aceptado el adventismo en Francia gracias a D. T. Bourdeau e inmigraron a la República de Chile en 1885.

Por esa misma época, dos familias de diferentes regiones de la Argentina descubrieron el adventismo gracias a revistas recibidas de Europa. Al norte de la Argentina, un matrimonio de italianos, los Peverini, leyeron un artículo que se burlaba de la argumentación de Les Signes des Temps’ [Señales de los tiempos] de que el fin del mundo estaba cerca. La señora Peverini consiguió un ejemplar de esta revista adventista a través de su hermano en Italia y, al leerla, comenzaron a convertirse a la fe adventista. Más hacia el sur, Julio e Ida Dupertuis, que residían en una colonia bautista suizo-francesa, tuvieron una experiencia similar.

La familia Dupertuis no solo aceptó las nuevas creencias, sino además convenció a varias familias más de la colonia acerca de la veracidad de lo que estaban descubriendo. Alrededor de 1889, se contactaron con los adventistas del séptimo día de Battle Creek. Sus consultas estimularon a los dirigentes de la iglesia a considerar la posibilidad de iniciar una misión en Sudamérica. Pero ¿de dónde conseguir dinero? Ese era el eterno problema. La eterna solución finalmente llegó a ser la Asociación de Escuelas Sabáticas. La Asociación asumió la tarea con gusto, y destinó sus ofrendas durante la última mitad de 1890 a la Misión Sudamericana.

Dios obra de un modo que a menudo no esperamos. Toma a personas humildes, que no están capacitadas para el ministerio, y las utiliza para difundir su verdad con un bajo perfil. Eso ocurrió en el pasado y continúa en nuestros días, a medida que la gente abre su corazón y su vida al Espíritu.

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