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miércoles, 12 de noviembre de 2014

Matutina de Adultos: Noviembre 12, 2014

El Advenimiento en marcha -8: Interamérica


Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. Romanos 10:17.



Hay muchas formas diferentes de oír el mensaje adventista. Esa es la lección que aprendemos desde la entrada del adventismo en el mundo tropical que rodea el Caribe.

Todo empezó en 1883, cuando un adventista de la ciudad de Nueva York persuadió a un capitán de navío para que entregara un paquete de material impreso en Georgetown, Guayana Británica. La forma de entrega del capitán dejó mucho que desear, pero funcionó. Al lanzar el paquete en el muelle, el buen hombre estimó que había cumplido con su obligación. Mientras tanto, un transeúnte recogió algunos papeles cuando comenzaron a esparcirse. No solo los leyó, sino también los compartió con sus vecinos.

Varios de ellos comenzaron a guardar el sábado, y una mujer envió copias de la Signs of the Times rescatadas a su hermana en Barbados. Aquí, llegaron a una mujer que años antes había dicho a sus hijos que el verdadero día de reposo sería restaurado.

Mientras tanto, del otro lado del Caribe, la esposa de E. Gauterau, que se había convertido al adventismo en California, regresó en 1885 a sus Islas de la Bahía, en la costa de Honduras. Después de compartir su fe durante seis años, la iglesia envió a Frank Hutchins para atender a la gente que ella había ganado con su influencia. Las escuelas sabáticas, al igual que con el Pitcairn, le proveyeron fondos para construir una goleta misionera (Heraldo), a fin de difundir el mensaje adventista a lo largo de la costa centroamericana.

En Antigua se encontraba la esposa de A. Roskrug, que había aceptado el adventismo en Inglaterra y quien comenzó a plantar las semillas de una iglesia a su regreso a su isla natal en 1888. En poco tiempo, un libro adventista vendido en Antigua se abrió paso hasta Jamaica.

El mensaje adventista en México tuvo su comienzo en 1891, con un sastre ítalo-estadounidense que llegó a ser colportor. Como no conseguía algo en castellano para vender, vendía casa por casa ejemplares de The Great Controversy [El conflicto de los siglos].

Se desprende de estas historias que Dios es capaz de emplear a casi todos y casi cualquier método para difundir su mensaje. Hasta puede usarnos a nosotros, si estamos dispuestos.

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