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sábado, 1 de noviembre de 2014

Matutina de Adultos: Noviembre 1, 2014

La explosión misionera protestante


Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin. Mateo 24:14.



La misión mundial estaba en el corazón del cristianismo protestante del siglo XIX. El movimiento misionero moderno comenzó en 1792, cuando Guillermo Carey publicó An Enquiry Into the Obligation of Christians to Use Means for the Conversion of the Heathens [Una investigación sobre la obligación de los cristianos de usar recursos para la conversión de los paganos].

Eso quizá no nos parezca tan revolucionario, pero sí lo era en 1792. Al año siguiente, se fundó la primera sociedad misionera para patrocinar a misioneros extranjeros y el envío de Carey a la India, donde trabajó durante siete años, sin ningún converso hindú.

Pero, aunque sus esfuerzos comenzaron lentamente, se arraigaron con firmeza. Al momento de su fallecimiento en 1834, Carey no solo había establecido una fuerte iglesia cristiana en la India, sino además había apadrinado el movimiento misionero moderno, que llevaría el protestantismo a todo el mundo. La primera gran ola misionera protestante al mundo alcanzó su apogeo en la década de 1830; pero no se detuvo allí, sino que aumentó en magnitud durante la última parte del siglo. El historiador Kenneth Scott Latourette ha etiquetado el siglo XIX como “el gran siglo” de las misiones protestantes; mientras Sydney Ahlstrom, un destacado estudioso de historia eclesiástica estadounidense, señaló que “las dos últimas décadas del siglo XIX fueron testigos de la fase culminante del movimiento de misiones extranjeras en el protestantismo estadounidense”.

Uno de sus principales estimulantes fue el Movimiento de Estudiantes Voluntarios para las Misiones Extranjeras, que surgió de un llamado del evangelista Dwight L. Moody, en 1886, a que los estudiantes universitarios dedicaran su vida al servicio misionero. Cien se ofrecieron para ese primer año. Esa cifra aumentó a 2.200 en 1887, y en pocos años muchos miles de jóvenes habían dedicado su vida al servicio misionero. El lema del movimiento era “La evangelización del mundo en esta generación”.

Eso estimuló, según Ernest R. Sandeen, “la mayor demostración de interés misionero que se conozca en los Estados Unidos”. Como resultado, los protestantes estadounidenses comenzaron a considerar lugares como África, China y Japón como sus provincias espirituales.

Ese movimiento no tomó por sorpresa a los adventistas. Dios había abierto el camino a través de la iniciativa protestante, y los adventistas del séptimo día rápidamente llegaron “a toda nación, tribu, lengua y pueblo” con el mensaje de los tres ángeles.

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