Malos negocios
Aparta mis ojos de cosas inútiles y dame vida mediante tu palabra (Salmo 119: 37, NTV).
Una mañana, un predicador caminaba por una playa de Hawai cuando vio a dos nativos parados en un lugar poco profundo. Entre los dos estaban sosteniendo un tamiz, sacudiéndolo de un lado a otro, haciendo pasar la arena. A medida que la arena se escurría, iban quedando en el tamiz hermosas caracolas y un pequeño animalito. Uno de los isleños tomó cuidadosamente el animalito, lo puso en una lata y luego volvieron a tirar las caracolas al agua.
—¿Qué están buscando? —preguntó el predicador—. Acaban de tirar unas caracolas muy bonitas.
Los dos hombres se rieron, y luego uno explicó:
—No puedes atrapar peces con caracolas. Necesitamos atrapar peces para alimentar a nuestras familias.
El predicador se quedó observando a los dos hombres unos minutos y siguió caminando, pensando en lo que habita dicho el pescador. Aunque es lindo recoger caracolas, la comida es vital. Los pescadores serían tontos si perdieran su tiempo y su energía juntando caracolas mientras sus hijos tenían hambre. A veces es difícil saber qué es importante y qué es, simplemente, agradable o trivial.
Mi amigo Leo tiene una memoria fantástica. Puede recitar la cantidad de carreras, hits y errores de cada jugador de la liga mayor de béisbol de los últimos diez años. Puede ver a un actor e identificarlo inmediatamente y decirte en qué películas actuó. Pero cuando se trata de estudiar la Biblia, tiene problemas para memorizar textos. Es muy triste.
No me malinterpretes. Yo disfruto de lo trivial, y saber las estadísticas de un deporte no es malo, así como tampoco lo es coleccionar caracolas. Pero si tengo una limitada cantidad de tiempo y debo decidir en qué voy a usarlo, debo pensar en lo esencial para mi supervivencia. Eso es alimentarme de la Palabra de Dios, aprender todo lo que pueda sobre la Biblia y el plan de Dios para mi vida.
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