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sábado, 4 de octubre de 2014

Matutina de la Mujer: Octubre 4, 2014

El peleará por tí


“Ustedes no se preocupen, que el Señor va a pelear por ustedes”. Éxodo 14:14.



El texto de hoy revela cómo Dios interviene en nuestra vida y nos ayuda a afrontar nuestras luchas. Soy la menor de cinco hermanos. Nací en un hogar de padres católicos, aunque la única practicante de esa fe era mi madre. Cuando tuve uso de razón me di cuenta de los maltratos psicológicos y físicos que sufrían mamá y mis hermanos, y a medida que crecía yo también los recibía en menor proporción.

Mi padre había aprendido de sus ancestros una forma errónea de educar y disciplinar. En su tiempo, la escuela era un lugar donde el aprendizaje se lograba con la fuerza y la vara. “La letra con sangre entra”, decía. Además de docentes de un colegio estatal, mis padres trabajaban en una tienda de ramos generales, para procurar una situación económica más holgada para la familia.

Nunca nos faltó alimento, techo, vestido, ni empleada doméstica… pero sí nos faltó afecto. Quizá por ignorancia. Nadie les enseñó a ser padres. A raíz de esta carencia mis hermanos y yo perdimos la confianza en nosotros mismos. Yo presentaba timidez, retraimiento, miedo y era muy susceptible al sufrimiento. Los problemas de baja autoestima afectaron cada etapa de mi vida. Constantemente me refugiaba, llorando, en mi soledad. Frecuentemente veía a mis padres discutir y agredirse físicamente. El Dios omnipotente que todo lo sabe, veía cada lágrima, cada sollozo de angustia. Desde niña sentí la necesidad de clamar a Dios por ayuda, y él intervino en nuestro hogar y en mí de una manera extraordinaria.

Mediante una campaña evangelística, mis padres recibieron el mensaje de salvación, pero solo mamá lo aceptó. Con el tiempo, papá cambió. El Espíritu de Dios tocó su corazón. Las orientaciones familiares y espirituales recibidas durante la campaña cambiaron su manera de pensar y actuar respecto de la familia. Ya no era agresivo con nosotros. Yo misma empecé a vivir una fuerte amistad con Cristo, y mis miedos y flaquezas comenzaron a desaparecer.

Querida amiga, cuando enfrentes una situación que aparentemente no tiene salida, invoca al Señor, entrégale tu carga, déjalo que actúe y “no te preocupes, él peleará por ti”.

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