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sábado, 11 de octubre de 2014

Matutina de la Mujer: Octubre 11, 2014

Dios cuida de tí


“Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová”. 1 Samuel 1:27-28



Después de buscar otro embarazo durante siete años, me enteré de que estaba embarazada por segunda vez. No me sentía muy bien y me prescribieron reposo absoluto durante cinco meses. Cuando todo parecía haber mejorado, descubrimos que estaba sufriendo nuevamente de pre-eclampsia. A las 28 semanas fui hospitalizada en Arequipa, Perú, donde vivíamos en ese momento.

A pesar de todos los esfuerzos médicos, me practicaron una cesárea a las treinta semanas de embarazo. Nuestra bebé nació en agosto de 2008 con un kilogramo de peso y 37 cm de altura, lejos de los parámetros normales para un neonato. Su situación era muy delicada, y vivíamos de rodillas rogando al Señor por su salud.

Con el paso de los días fue mejorando y aunque bajó momentáneamente de peso, Priscila luchaba por su vida. Los neonatólogos nos dijeron que debía llegar a los 1.500 g para regularle la temperatura y dejar la incubadora. De ese modo, yo podría recibir el alta y comenzar a amamantarla. Al mes de nacida logró dejar la incubadora y comenzó a alimentarse por sí sola aunque con mucho esfuerzo, ya que recibía aporte de oxígeno. A los 45 días pudimos llevarla a casa pues había alcanzado 1.900 g.

Tuvimos un arduo trabajo. Yo vivía pendiente de ella, alimentándola y cuidando que recibiera la cantidad necesaria de oxígeno. El papá, la abuela y hasta una tía me ayudaron en estos cuidados. Gracias a todos los tratamientos, ella salió adelante, y cuando tenía siete meses nos mudamos a Montevideo, Uruguay, donde continuó creciendo “en edad y en gracia” para con el Señor y su familia.

Si bien mi pequeña lograba superarse con mucho esfuerzo, debió esperar hasta los dos años y medio para recibir el alta neurológica, pues recién entonces alcanzó los parámetros de desarrollo esperados para su edad. Amiga, Dios obró un milagro en la vida de mi hijita, que hoy es una alegre niña de seis años. Yo rogaba por ella y Dios me dio lo que le pedí. Si hay algún clamor en tus oraciones, si deseas algo con el corazón, confía en las promesas de Dios Él siempre cumple.

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