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domingo, 7 de septiembre de 2014

Matutina de Menores: Septiembre 7, 2014

PEQUEÑOS CADILLOS

 
«En este mundo todo tiene su hora; hay un momento para todo cuanto ocurre» (Eclesiastés 3: 1).
 
 
¡Esos incómodos cadillos! Probablemente los conoces por otro nombre, como abrojos o cardos. Cuando regresas de una caminata tienes que dedi­car un largo rato a quitarlos de tus medias y de tus pantalones, uno por uno. Según algunos, Dios perdió el tiempo al crearlos, ¿para qué sirven?

Así se sintió el montañista suizo George de Mestral cuando en 1948, al regresar de una montaña, vio que la parte de abajo de sus pantalones esta­ba llena de cadillos. Mientras los arrancaba, se detuvo por un momento a estudiar uno. ¿Por qué Dios habría creado algo tan innecesario? Fascinado por su estructura llena de ganchitos, se preguntó si podría ser utilizada en algún dispositivo para asegurar prendas de vestir. Botones, broches, gan­chos… ¿podría aquel pequeño cadillo competir con todos ellos?
 
Cuando George compartió su descubrimiento y sus ideas con otras per­sonas, todos se rieron; todos menos un textilero francés. «Su idea podría funcionar», le dijo. Los dos hombres prepararon dos tiras de algodón: una de ellas tenía ganchos, mientras que la otra tenía una textura parecida al tercio­pelo.
 
Lamentablemente, cada vez que separaban las dos piezas, los peque­ños ganchos se rompían. Al experimentar con un hilo de nailon, descubrieron que si lo sometían a una luz infrarroja, el nailon se derretía formando peque­ños ganchos que eran prácticamente indestructibles. A su descubrimiento lo llamaron velero. Vel porque esa es la primera parte de la palabra terciopelo en francés, y ero, porque en francés la palabra crochet se efiere a los ganchos o agujetas utilizados para tejer. Hoy usamos el velero para muchas cosas: za­patos, abrigos, mochilas… Para el año 1959 los fabricantes franceses habían vendido más de 55,000 kilómetros de velero, algo que surgió del ascenso a una montaña y del hábito de George de observar la naturaleza. Incluso un molesto cadillo tiene una razón de existir.
 
Durante los últimos días hemos hablado de los métodos que Dios em­plea para hablarnos. La naturaleza es uno de ellos. Hoy, trata de caminar en un parque o en un bosque. Estudia la vida de las plantas y de las criaturas que viven en grietas, muros o aceras. Si escuchas y observas, quizá te sor­prendas de lo que Dios podría enseñarte a través de la naturaleza.
 

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