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jueves, 25 de septiembre de 2014

Matutina de Menores: Septiembre 25, 2014

LA FE DE UNA MADRE


«Todo lo que ustedes pidan en oración, crean que ya lo han conseguido, y lo recibirán» (Marcos 11: 24).



“Ferry tenía ocho años y vivía en Estados Unidos. Se inclinaba sobre un papel mientras descansaba en el portal de su casa. Aunque no podía leer aquellas palabras que habían hecho llorar a su madre, sabía que estaba en problemas. «Estimada Sra. Johnson.
Hemos examinado a su hijo y llegado a la conclusión de que tiene deficiencias mentales y que sus probabilidades de mejorar son pocas», comenzaba diciendo la carta. Terry sufría dislexia, un problema de lectura que hace que el cerebro reconozca en forma equi­vocada las letras. A menudo a los disléxicos les parece que las letras bailan en la página como si fueran un dibujo animado. Terry tampoco podía hablar claramente. «Lo mejor que puede hacer es llevarlo a un asilo para niños retardados y que los expertos se encarguen de él».

Muchas madres habrían prestado atención a las recomendaciones de aquel consejero, pero la señora Johnson no. «¡De ninguna manera!», dijo. En contra de las recomendaciones de amigos y vecinos, la señora Johnson matriculó a Terry en una escuela de iglesia y trabajó con él en casa hasta que pudo leer, escribir y resolver problemas de matemáticas a la par de sus compañeros.

Por mucho que se esforzara, los estudios no se le facilitaban a Terry. Tenía que luchar para aprobar sus asignaturas. En algún momento durante los años en que asistió a la academia adventista, Terry creyó que Dios de­seaba que fuera pastor. ¿Un chico con deficiencias de aprendizaje, con pro­blemas de lectura y con dificultades en el habla?

El hecho de haber nacido en uno de los sectores más pobres de la ciudad habrían sido suficientes para desanimar a cualquiera, pero no a Terry ni a su mamá. Durante las incontables horas que pasaban estudiando, Terry y su mamá reclamaban la promesa de Marcos 11: 24. Su madre le recordaba que para Dios nada es imposible, y que lo que se considera imposible, única­mente requiere un poco más de esfuerzo y tiempo. Terry demostró que aquel consejero estaba equivocado. Se graduó de secundaria y la promesa de Dios se cumplió para el chico que no podía aprender a leer y que deseaba ser predicador.

(Continuará…)

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