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lunes, 22 de septiembre de 2014

Matutina de Menores: Septiembre 22, 2014

EL ROSTRO DE DIOS


«Aunque no se ve todavía lo que seremos después, sabemos que cuando Jesucristo aparezca seremos como él, porque lo veremos tal como es» (1 Juan 3: 2).



Hoy vamos a hacer un sencillo experimento. Cierra los ojos. Colócate una mano en la frente. Muévela hacia abajo lentamente, hacia el centro de tu rostro. Toca el puente de tu nariz y tus ojos que están a cada lado. Pasa con delicadeza tus dedos por tus pestañas y tus cejas. Continúa hacia aba­jo y explora los dos agujeros de tu nariz, sintiendo cómo sale y entra el aire. Explora tus labios, tu barbilla y tu cuello. Ahora toca cada una de tus orejas. ¿Te reconocerías por tus facciones?

Después de haber explorado tu cara, pídele a tu mamá o a tu papá que te permitan explorar las de ellos, mientras mantienes los ojos cerrados. ¿Los reconocerías solo con tocarlos? Esa es la forma en la que los ciegos «ven» a sus nuevos amigos. Una persona con impedimentos visuales puede aprender mucho de otro ser humano al tocar su rostro.

¿Has visto el rostro de Dios? Desde luego que no. Sin embargo, tú y yo leemos la Biblia, asistimos a la iglesia, celebramos el culto familiar, estudia­mos nuestra lección de Escuela Sabática y oramos para «ver» el rostro de Dios. Podríamos asimismo reconocer algunos rasgos de su persona a través del libro de la naturaleza.

Toma una manzana. Palpa la suave y pulida piel, así como el áspero tallo de la fruta. Córtala en pedazos y pasa tus dedos por su húmedo interior. Aspira la suave fragancia que despide. Pruébala y gusta lo bien que sabe. Al inspeccionar y analizar la obra creadora de Dios podemos captar una vislum­bre de su persona.

Tú y yo tenemos limitaciones visuales en lo que respecta a ver el rostro de Dios. Únicamente podemos ver una sombra de él, como si estuviéramos mirando a través de un cristal ahumado. Un día, según la promesa nos recuer­da, ese cristal será retirado, y nuestra visión será perfecta; entonces lo vere­mos cara a cara. En lo que respecta a hoy, descubre todo lo que puedas acerca de nuestro Creador al mirar, oler, gustar, escuchar y tocar toda la evidencia que él nos ha dado para que podamos «verlo» y amarlo.

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