Buscar...

domingo, 14 de septiembre de 2014

Matutina de Menores: Septiembre 14, 2014

ORGULLO GENUINO


«Tras el orgullo viene el fracaso; tras la altanería, la caída. Más vale humillarse con los pobres que hacerse rico con los orgullosos» (Proverbios 16:18, 19).



¡Esfuérzate por obtener el oro! Desde el pasado mes de enero he estado animándote para que te esfuerces por obtener la medalla de oro. Pero ¿cómo se logra el oro sin dejar de ser humilde? No es fácil. Ninguna discusión res­pecto a los talentos estaría completa sin mencionar una fea palabra de siete letras: orgullo. Todos hemos leído de algunos artistas que acepten al pie de la letra las exageradas alabanzas de sus representantes, al punto de que es im­posible trabajar con ellos. Quizá hayas leído del músico que está tan ocupado disfrutando de la vida que se le dificulta cumplir con sus compromisos; o del escritor que se incomoda con la «gentecita» que compra sus libros.

El texto de hoy se aplica a la solista de coro que lo sabe todo de la música; o al jugador de baloncesto que se pasea prepotente por la escuela llevando la camiseta de su equipo; o al genio que jamás estudia y siempre obtiene las me­jores calificaciones; todos sufren de la misma enfermedad. Unicamente po­dremos mantener la humildad respecto a nuestros logros si recordamos la fuente de nuestros talentos. Es cierto que algunos los heredamos. Los cien­tíficos han descubierto que los mellizos que son separados de sus padres al nacer, a menudo comparten sus gustos, aversiones y talentos. Pero en última instancia dichos talentos no vienen de sus padres: provienen de Dios. El los ha hecho pasar de generación a generación.

Con esto llegamos al factor más importante en la ecuación de los talen­tos: Dios. Primero Dios te concede el don, una pequeña chispa de creativi­dad. Luego él la atiza para que se convierta en una llama, concediéndote opor­tunidades para que puedas desarrollarte: en la escuela, en la iglesia, en tu co­munidad… Finalmente, Dios te da la salud y las fuerzas para disfrutar mien­tras perfeccionas tus habilidades. Por lo tanto, tus talentos y los míos vienen de Dios. ¡Qué Padre tenemos! ¡Qué gran Creador! ¡Qué amigo! De él sí que podemos sentirnos ¡plenamente orgullosos!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario