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sábado, 6 de septiembre de 2014

Matutina de la Mujer: Septiembre 6, 2014

Vencedores con corona

 

“Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria”. 1 Pedro 5:4

 

Recibir la corona de la vida significa no afrontar más la muerte. Recibir la corona de justicia significa no ceder más al pecado. Recibir la corona de gloria significa no sufrir más la derrota.

Pronto llegará el día. Lo que el mundo ha pasado por alto, nuestro Padre nos lo ha recordado y, más pronto de lo que imaginamos, nos premiará. Mira lo que dice Pablo sobre esto: “Y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios” (1 Cor. 4:5). ¡Qué frase increíble! No dice “el mejor de vosotros”, ni “unos pocos de entre nosotros”, ni “los que lo logren de entre nosotros”. Cada uno (todos) recibirá su alabanza de Dios.
 
Seguramente tú no vas a querer perderte esto. De hecho, Dios mismo será quien dé la alabanza. Cuando se trata de dar reconocimiento, Dios no delega ese trabajo. No será Miguel quien ponga las coronas, ni será Gabriel quien hable en nombre del trono. Dios mismo será quien ofrezca los honores. Dios mismo ensalzará a sus hijos. ¡Y lo más extraordinario es que la alabanza es personal! Pablo dice: “Cada uno recibirá su alabanza”.
 
Las recompensas no se darán a una nación entera, a una iglesia entera, ni a una generación entera, ni a alguien en representación de una nación, una iglesia o una generación. Las coronas se darán una a la vez. Dios mismo te mirará a los ojos y te recibirá con las palabras: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mat. 25:23).
 
Tú y yo podemos estar entre los vencedores y recibir las tres coronas: la de vida, la de justicia y la de gloria. Podremos vivir sin el fantasma de la muerte y el pecado, cubiertos de la gloria que Dios nos dará, su propia alabanza.
 
Querida amiga, con estas palabras en mente, permíteme animarte a que te mantengas firme. No cedas. No mires hacia atrás. Cree que Dios mismo te ala¬bará y te dará tus coronas. Deja que Jesús hable a tu corazón y diga: “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Apoc. 3:11). Quiera Dios que nos veamos aquel día y recibamos de sus labios la alabanza personalizada que nos promete.
 

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