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viernes, 5 de septiembre de 2014

Matutina de la Mujer: Septiembre 5, 2014

Valle de sombras

 

 No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;
Tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. Salmo 23:4

 

 

Trabajábamos en la Estación Misionera de Panán, comunidad nativa de Chayahuitas, en Balsapuerto-Yurimaguas, en la selva peruana. Allí, a los seis meses de nacido, mi hijo Jonathan enfermó de paludismo. Las hermanas nativas nos daban un remedio casero, oscuro y espeso, que bajaba inmediatamente la fiebre que afloraba semana tras semana. Con mi esposo orábamos para que el Señor nos sacara de aquel lugar y pudiéramos encontrar alivio para mi pequeño.
 
Sin la autorización de la misión abandonamos la estación misionera. En una balsa de troncos llevamos nuestras pocas pertenencias. Navegamos río abajo durante tres días y tres noches sin parar, guiados por un nativo. Afrontamos todo tipo de obstáculos hasta llegar a Yurimaguas. Al atardecer, una señora nos dio un sobre de parte del presidente de la misión, donde nos comunicaba que hacía tres meses habíamos sido trasladados a otro lugar de trabajo. Nos abrazamos y lloramos… esta vez de alegría. Dios había contestado nuestras oraciones.
 
En la ciudad mi hijo enfermó nuevamente. Otra vez la peregrinación por médicos, hospitales, análisis, medicamentos, sin ninguna mejoría. El niño se moría y nos aferramos a Dios suplicando en oración la sanidad de nuestro hijo. Decidimos irnos a Tarapoto, mi ciudad natal, para sepultar allí al niño si moría. Estando allí, el médico de la Policía Nacional nos preguntó de dónde veníamos. Cuando se lo dijimos, y temiendo que fuera paludismo, nos mandó al Hospital Regional para que lo examinaran, le sacaran sangre del pulgar del pie y nos dieran un diagnóstico. Confirmaron el paludismo y empezó el tratamiento.
 
Jonathan no podía tomar cloroquina y quinina pues eran muy amargas y, por su corta edad, era imposible hacerle entender que era para que su mejoría. La enfermedad lo acompañó hasta los cuatro años. Su sistema inmunológico se vio afectado por la cantidad de droga que recibió. Hoy estudia la carrera de Medicina, pues ha decidido ser un médico misionero y dedicar su vida a salvar pacientes afectados por enfermedades del cuerpo y del alma.

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