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jueves, 25 de septiembre de 2014

Matutina de la Mujer: Septiembre 25, 2014

La felicidad se trabaja


“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”. 3 Juan 2.



Cuando a mi madre le descubrieron cáncer, le dieron tres meses de vida. No solo se afe­rró a Dios con toda la fe que ella tenía, sino también a su amor por la vida y su familia. Puso tanto entusiasmo y optimismo en su empeño que han pasado casi cuarenta años y ella sigue viva, agradeciendo por las circunstancias adversas de su vida y tomándolas como motivos para vivir y no para morir.

Es importante saber tomar decisiones. No se puede vivir solo deseando, hay que trabajar lo que uno desea. Los sueños se hacen realidad con el empeño, el esfuerzo y la entrega. Dios nos da las herramientas y nos deja trabajar. Dios nos da vida para que desarrollemos las capacidades personales que tenemos: talentos, dones, habilidades, inteligencia y oportunidades. La mayoría de las decisiones van dirigidas a conseguir la felicidad, de la cual existen al menos tres tipos:

La felicidad hedónica: entendida como placer. Me permite hacer lo que quiero, comer lo que quiero, ver lo que quiero, usar mi tiempo como quiero. Hoy le pido a la vida lo que quiero, pero mañana ella me pasará la cuenta: fracaso, frustración, enfermedad, etcétera.

La felicidad diferida: es aquella que espero tener “mañana” o está condicionada a algo que no tengo hoy, pero espero tener en el futuro. Esta es una felicidad postergada, que depende de otros o de circunstancias que aún no son. Así se pierden oportunidades, sueños y tiempo. “Cuando tenga tiempo…” “Si tuviera un título…”

La verdadera felicidad: es la que se vive cada día, tomando las crisis como opor­tunidades de crecimiento, las dificultades como oportunidad de estímulo para crecer. No depende del otro, sino que es compartida con él. No es un estado puntual sino lineal. Puedo ser feliz a pesar de mis tristezas o mis dificultades. No es alegría, sino gozo del alma.

La felicidad hay que trabajarla todos los días en el hogar, con Dios y la familia. No se obtiene de ver cómo los otros son felices, hay que trabajarla, perseguirla, conseguirla, compartirla y disfrutarla. Dios quiere que prosperes y tengas salud física, mental, emocional y espiritual.

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