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lunes, 22 de septiembre de 2014

Matutina de la Mujer: Septiembre 22, 2014

Mis hermanos


“Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. Mateo 25:40



Me gusta leer las bienaventuranzas porque ellas dibujan el rostro de Jesús y    describen su caridad y misericordia,  a la vez que definen las acciones y  actitudes características de la vida.

Hace un tiempo fui asaltada y  maltratada por quienes entraron en mi casa para robar y destrozar todo lo que estaba a su paso. Me azotaron, me amordazaron y me asustaron mucho. Se llevaron lo que buscaban y me dejaron allí tirada hasta que mi esposo y mis hijos vinieron a rescatarme. Había quedado en un estado de shock emocional que me hizo sentir la necesidad del abrazo de amor y protección de mis amados, que estaban tan asustados como yo prestando declaración ante la policía.

El proceso de investigación policial fue lento y demorado. Mientras mi familia declaraba vinieron unos amigos, a los que quiero mucho, y me auxiliaron. Me tranquilizaron, me llevaron a su casa, me abrazaron y me brindaron todo lo que yo necesitaba en ese momento de terror y angustia.

Agradecida por haber conservado la vida, reflexionaba en la bondad de mis amigos, y relacionaba lo que me estaba pasando con la vida espiritual. Así, mientras me bañaba pensé en la suciedad del pecado, en la toalla con la que Jesús secó los pies de sus discípulos, en el agua que purifica… hasta que me miré en el espejo: tenía marcas en todo el cuerpo, y también en el alma. Pensé que a la vista del cielo nos vemos todos así, a no ser por el manto de amor y justicia de Cristo tejido con su sacrificio por cada una de sus criaturas.

Mis amigos respetaron silenciosamente mi dolor y vergüenza, me prepararon una deliciosa sopa y una mullida cama donde pude descansar. El miedo y la ansiedad desaparecieron. Oramos y dormí tranquila. Dios sabía que yo necesitaba algo especial en ese momento y usó a mis amigos para demostrarme su amor y misericordia.

Querida amiga, agradezco a Dios porque me permitió entender profunda­mente Mateo 25:40. Cuando sirvo a “mis hermanos más pequeños” estoy sirviendo a mi Señor y, en tanto sea “misericordiosa, alcanzaré misericordia” (Mat. 5:7).

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