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sábado, 20 de septiembre de 2014

Matutina de la Mujer: Septiembre 20, 2014

Inclinaste a mí tu oído


Amo a Jehová, pues ha oído mi voz, y mis súplicas;porque ha inclinado a mí su oído;por tanto, le invocaré, en todos mis días”. Salmo 116:1-2.



Acompañar a mi esposo en sus estudios de Teología, en una ciudad extraña, sin parientes cercanos, con dos hijos en edad esco­lar y sin un trabajo fijo, fue un gran desafío para mí. Dos años después, una llamada aumentaría el desafío: mi madre nos pedía que recibiéramos en casa a mi hermano de 17 años, pues dos semanas antes había conocido el Colegio Adventista del Ecuador y había tomado la decisión de estudiar en él.

Mi madre no tenía medios para costear los estudios de mi hermano; además, él no era adventista y tenía antecedentes de ser muy indisciplinado y consumir alcohol. ¿Cómo lo sostendríamos? ¿Qué clase de influencia ejercería sobre mis hijos? ¿Traería conflictos a mi matrimonio? Con mucha oración entendimos que era la oportunidad de presentárselo a Cristo, y que la educación cristiana sería la mejor influencia para él. Por eso aceptamos.

Un año después recibimos otra llamada. Esta vez mis suegros nos pedían que recibiéramos en casa a mi cuñada de dieciséis años, que también se había animado a estudiar en el Colegio Adventista. Aunque ella era adventista, teníamos temor de recibirla porque padecía una extraña enfermedad que le ocasionaba desmayos frecuentes. ¡Qué desafío: un esposo estudiante, bajos ingresos, dos hijos en la escuela, un tercero en camino y dos adolescentes con problemas bajo nuestra tutela!

Con mi esposo decidimos avanzar por fe. Confiamos al Señor nuestros temores y pusimos nuestro hogar en sus manos, y el Señor nos sostuvo. Mi cuñada y mi hermano vivieron con nosotros casi tres años y ahora puedo ver que la mano poderosa del Señor estuvo en mi hogar. En el colegio le dieron trabajo a mi hermano, y de esa manera pagó sus estudios, dejó el alcohol y se bautizó. Mi cuñada mejoró notablemente su salud. Durante el tiempo que vivió con nosotros nunca se desmayó. Nunca nos faltó el alimento, y mis hijos se adaptaron muy bien.

Querida amiga, posiblemente estés enfrentando desafíos en tu vida. Te animo a avanzar por fe, sin mirar los problemas y confiando en Dios, porque con él todo saldrá bien.

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