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martes, 2 de septiembre de 2014

Matutina de la Mujer: Septiembre 2, 2014

Un regalo divino


“Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo”. Jonás 2:7.



Hace casi treinta años, Dios bendijo nuestro hogar con la llegada de Gloria Adriana, la tercera hija de nuestro matrimonio. Todo era felicidad y alegría. A los pocos días de nacida comenzó a tener convulsiones, cada vez más frecuentes, largas y con altísima fiebre. Desde ese momento comenzó un terrible calvario en nuestra vida. Fue declarada en estado vegetativo y quedaría epiléptica de por vida. Sus neuronas sufrían un fuerte deterioro y sus ojitos se desviaron en un estrabismo irreversible.

Mi esposo Abraham, un hombre de fe inquebrantable, me consolaba y juntos orábamos fervientemente. Pasaron once meses de angustia y dolor, en los que gastamos todo lo que teníamos en innumerables tratamientos para aliviar la enfermedad de nuestra niña.

Un viernes, mientras llegaba a mi casa con la orden para hospitalizarla, pues debía ser sometida a estudios clínicos y a la extracción de líquido cefalorraquídeo, vi una carpa inflable gigante donde se realizaría una campaña evangelística. Entré y decidí abrazarme de Jesús, mi único refugio y fortaleza. Cuando llegué a casa compartí la noticia con mi esposo, y juntos decidimos asistir al seminario que ofrecían y aferrarnos del Señor. Sentimos que no debíamos hospitalizar a la niña. Le quitamos toda la medicación y clamamos día y noche a Dios, ya no por su vida, sino para que se hiciera su voluntad. Le dijimos: “No podemos soportar más este dolor; si eres el mismo Dios de Abraham y de Moisés, manifiéstate, contéstanos, pero hazlo ya”.

El sábado de mañana llegamos a la carpa y el pastor estaba realizando la dedicación de varios niños. Me arrodillé con fe con mi hijita en los brazos, llorando porque comenzó con convulsiones. ¡Qué maravilloso es mi Dios! En aquel momento se produjo su gran milagro: esa fue la última convulsión. Meses más tarde sus ojitos se normalizaron. Los médicos no podían creer que la pequeña estuviera sana. Hoy, Gloria es psicóloga, está casada y es mamá de Ashley Dafnee. Fue un regalo especial de Dios y un milagro divino que me recuerda cada día que Dios siempre está ahí donde lo necesitamos.

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