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jueves, 18 de septiembre de 2014

Matutina de la Mujer: Septiembre 18, 2014

Antes que clamen


“Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído”. Isaías 65:24.




Era agosto de 2007. Mi esposo, que era departamental de jóvenes y Conquistadores en la Unión Este Brasileña, en Niterói, Río de  Janeiro, había recibido un llamado para ser pastor distrital en Curitiba, Paraná, al sur de Brasil.

Arreglamos todo, esperando el día de la mudanza. Las oficinas de la Unión estaban en la planta baja, y nosotros vivíamos en el sexto piso del mismo edificio. Mi esposo guardó en doce cajas todo lo que tenía en la oficina y las dejó en el garaje, pues así sería más fácil cargarlas en el camión de la mudanza.

El día acordado llegó el camión y se cargaron los muebles y el menaje de casa, lo cual exigió varias horas de trabajo. El camión partiría a las 6:00 del día si­guiente y nosotros lo haríamos en auto a las 9:00. Cuando salíamos del garaje, ¡vaya sorpresa!, todas las cajas de la oficina estaban allí. Las habíamos olvidado. El camión ya estaría tres horas delante de nosotros. Realmente lejos. Era impo­sible pedirle que volviera. La desesperación golpeó nuestro corazón. ¿Cómo llevaríamos todas aquellas cajas?

Presa de una gran impotencia, recordé la promesa del Señor: “Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído” (Isa. 65:24). Con un buen pálpito le dije a mi esposo que llamara al chofer del camión y le pregun­tara dónde estaba. El bajó del auto para hacer la llamada mientras yo oraba para que el Señor nos diera una solución. Cuando regresó al automóvil tenía una expresión de sorpresa y alegría en el rostro: “¡Están en la ciudad de Río, aún no han salido a la ruta principal! -dijo-. Entraron por el cruce equivocado y se perdieron. Están estacionados porque no saben cómo salir de la ciudad”. Un amigo de la familia puso las cajas en su auto y fuimos juntos al encuentro del camión.

Querida amiga, Dios sabía que las cajas habían sido involuntariamente olvi­dadas y en su maravillosa providencia permitió que el camión se extraviara, ¡porque nosotros necesitaríamos de él! Cuando somos fieles al Señor, él es com­pletamente fiel a nosotros y siempre cumple sus promesas.

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