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domingo, 31 de agosto de 2014

Matutina de Menores: Agosto 31, 2014

LA MEDIDA DEL VALOR DE UN HOMBRE


«Plata fina es la lengua del justo; la mente del malo no vale nada« (Proverbios 10: 20).



En el año 1862 el presidente norteamericano Abraham Lincoln recibió una carta del rey de Siam (país que hoy conocemos como Tailandia). El rey se había enterado de la Guerra Civil norteamericana a través de una dama inglesa llamada Anna Leonowens. Cuando el rey supo que Lincoln no con­taba con elefantes para librar dicha guerra, le escribió al presidente ofre­ciéndole varias parejas que según él podrían reproducirse. Luego le explicó lo necesario respecto al cuidado de dichos animales.

Debido a todos los problemas militares, y a las presiones políticas que el presidente enfrentaba, quizá lo mejor habría sido que él tomara a la ligera la sugerencia del rey y que echara la carta a la basura, instruyendo a su secre­tario para que le enviara una breve nota de agradecimiento al rey. Pero ese no era al estilo del Lincoln. El presidente se sentó y escribió una nota personal de agradecimiento en la que explicaba las razones por las que los elefantes no podrían prosperar en los Estados Unidos. También expresó su agradecimien­to por la generosa oferta del rey, así como por su preocupación. Firmó la carta: «Su buen amigo, Abraham Lincoln».

El rey de Siam no representaba una amenaza política para Lincoln, tam­poco era el gobernante de una poderosa nación. Aquel reino estaba situado a miles de kilómetros de distancia, sin embargo, Lincoln trató al ingenuo rey con tanto respeto como habría tratado al rey de Inglaterra, o al zar de Ru­sia. Fue muy prudente.

Quizá la verdadera medida de la grandeza humana no reside en el dinero, en el poder o en la fama; sino en la forma en que se trata a las personas sin importancia, a aquellos que representan muy poco. El hombre que se detiene para ayudar a un chico que intenta desenredar el hilo de su cometa; la mu­jer que utiliza su tiempo para ayudar a una anciana a hacer sus compras en el mercado; el niño o la niña que al ver a un grandullón abusando de uno más pequeño le dice que busque a un contrincante de su tamaño; esas son las personas más grandes, las más sabias las más ricas de todo mundo. Sus pala­bras y sus acciones son «como la plata más fina».

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