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miércoles, 20 de agosto de 2014

Matutina de la Mujer: Agosto 20, 2014

La sabiduría del cielo


“El principio de la sabiduría es  el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza” Proverbios 1:7



Destacando el papel de los pa­dres en la educación de Sa­lomón, Elena G. de White dice: “En los primeros tiempos de la vida de Salomón se ven también los resultados del método educativo de Dios. Este rey tomó en su juventud la misma decisión que David. Antes que cualquier bien terrenal, pidió a Dios un corazón sabio y entendido. Y el Señor no solo le dio lo que le pedía, sino lo que no había pedido: riquezas y honores” (La educación, cap. 6, p. 45).

Para entender la sabiduría del Cielo y conocer la voluntad de Dios, primera­mente necesitamos buscarlo. En la misión de educar y formar a nuestros hijos, necesitamos mucho de Dios para no equivocarnos ni sentirnos solos. Amamos a nuestra familia más que a nada en este mundo, somos capaces hasta de dar la vida por el bien de nuestros amados. Deseamos para ellos salud, seguridad, feli­cidad y prosperidad como el mismo Señor las desea para nosotras. Este es un desafío grande y diario al que no podemos enfrentarnos sin su ayuda porque la batalla estaría perdida.

Nuestro mejor aliado tiene que ser el Señor, quien está deseoso de transformar nuestras imperfecciones porque él sabe que nos hemos convertido en referentes y modelos de vida para nuestros hijos. La sabiduría del Cielo y el respeto a la voluntad de Dios nos ayudarán a despojarnos de nuestro yo para ayudar a nuestros hijos a desarrollar su carácter y sus talentos para conducirse en la vida.

Nuestro trabajo es estar atentas, despiertas, y ser conscientes de lo que ocurre alrededor de nuestros hijos para saber conducirlos. Si permanecemos alertas, el diablo tendrá mucho trabajo para invadir ese territorio, y la paz y alegría reinarán en nuestro corazón.

Querida amiga, el Señor nos dice: “He aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras” (Prov. 1:23). Muchas veces tardamos en reconocer nuestra negligencia, pero nunca es tarde para comenzar, y hoy es el mejor día para llevar a nuestros hijos a los pies de Jesús para que, como Salomón, sean llamados “amados de Jehová”.

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