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martes, 12 de agosto de 2014

Matutina de la Mujer: Agosto 12, 2014

Promesas que son realidades


“El  Todopoderoso será tu defensa, Y tendrás plata en abundancia. ” Job 22:25



María venía de un hogar sin recursos económicos para solventar sus estudios en el Colegio Adventista del Plata. Solo mediante arduo trabajo de año completo como becaria y varios veranos, María podría acceder a una educación cristiana y prepararse para servir al Señor. Sus años de estudiante fueron duros pues, además de la beca de estudios, debía procurar dinero para sus mí­nimos gastos personales. María tenía un carácter de acero. Su anhelo de obtener una preparación para la vida superaba toda dificultad, y había llegado al colegio en pos de un ideal.

Cada mañana, antes de salir para su trabajo, María se encomendaba a Dios, reconociéndolo como dueño de todo. Esa fue una mañana como tantas de aquel caluroso verano. Al hacer su meditación matinal tomó al azar una tarjeta con una promesa bíblica de una cajita que contenía promesas y, al leer el texto de Job 22:25, María no pudo dejar de sonreír: “El Todopoderoso será tu defensa, y tendrás plata en abundancia”. A lo largo de su vida muchas veces había experi­mentado el cumplimiento de las promesas del Señor, pero… la de Job 22:25 ¿sería para ella? Con ese pensamiento salió para sus labores del día.

Después del almuerzo, María volvió a la residencia estudiantil para descansar antes de las tareas de la tarde, no sin antes pasar por la oficina de recepción del internado, donde le entregaron un sobre. Como no era habitual que recibiera correspondencia, lo abrió rápidamente. Con asombro vio que contenía un cheque. Lo miró detenidamente para estar segura de que era para ella y, con los ojos arrasados en lágrimas, leyó una y varias veces su nombre… Efectivamente, ese cheque había sido enviado para ella. Más maravillada quedó al comprobar que el importe era lo que necesitaba para pagar su matrícula del año lectivo. Con ese dinero y su trabajo María podría cancelar todo el año escolar, y aun le so­braba dinero para sus gastos personales.

Querida amiga, Dios conoce nuestras necesidades. Solo debemos hacer nues­tra parte y él se encargará del resto. Su pródiga mano está siempre extendida para colmarnos de bendiciones.

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