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viernes, 8 de agosto de 2014

Matutina de Adultos: Agosto 8, 2014

Nuevos temas -3


Como el agua fría al alma sedienta, así son las buenas nuevas de lejanas tierras. Proverbios 25:25.



En 1886, los bandos de la lucha teológica adventista que se avecinaba eran bastante visibles. Por un lado, estaban G. I. Butler, el presidente de la Asociación General, y Urías Smith, secretario de la Asociación General. Por el otro, estaban los dos editores recién llegados del oeste: A. T. Jones y E. J. Waggoner.

Parece que la única participante destacada del conflicto trató de permanecer neutral, para poder trabajar con ambas partes. Sin embargo, a comienzos de 1887, Elena de White comenzó a inferir que los hombres más jóvenes estaban siendo tratados injustamente, en una lucha desigual; pero que ellos tenían algo que enseñar, que la Iglesia Adventista del Séptimo Día necesitaba desesperadamente oír. Por lo tanto, para abril de 1887, ella se había dedicado a asegurarse de que Jones y Waggoner consiguiesen una audiencia en el Congreso de la Asociación General de 1888.

Después de todo, fue Elena de White la que reveló con mayor claridad la verdadera importancia del mensaje de 1888 de Jones y Waggoner. Su tema principal se centró en la reinterpretación de parte de Apocalipsis 14:12: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús”.

Ese pasaje es el texto central de la historia adventista. Contiene el último mensaje que daría Dios al mundo antes de la Segunda Venida, que es representado como algo que ocurre en los versículos 14 al 20.

Lo interesante es que ambos bandos de la lucha adventista en torno a 1888 se centraban en Apocalipsis 14:12; pero enfatizaban diferentes partes del versículo. Los tradicionalistas ensalzaban “los Mandamientos de Dios”, mientras que los reformadores enfatizaban “la fe de Jesús”. De las reuniones de Minneápolis, surgió una nueva interpretación de Apocalipsis 14:12, que cambiaría para siempre la forma de la teología adventista.

Elena de White sufrió por apoyar a Jones y Waggoner. En diciembre de 1888, recordó el Congreso de la Asociación General que hacía poco había concluido y declaró: “Mi testimonio fue ignorado, y nunca en mi vida [...] me trataron como en ese congreso” (Carta 7, 1888).

Algunos creemos que en los “buenos tiempos de antaño” todo andaba bien en la iglesia. ¡No es así! Ahora tampoco es así. Las personas buenas se enojan unas con otras, y necesitan orar para que Dios las perdone.

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