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viernes, 29 de agosto de 2014

Matutina de Adultos: Agosto 29, 2014

En el Congreso de la Asociación General -1


El hermano ofendido es más tenaz que una ciudad fuerte, y las contiendas de los hermanos son como cerrojos de alcázar. Proverbios 18:19.



No todas las reuniones de la iglesia son igualmente agradables. Las reuniones de Minneápolis, lamentablemente, tuvieron un balance negativo.

El Journal de Minneápolis del 13 de octubre pregonó que los adventistas eran “un pueblo peculiar que guarda el sábado como el domingo, venera a una profetisa y cree que el fin del mundo está cercano”.

El Journal del 19 de octubre informó que los adventistas “abordan los problemas difíciles de la teología con casi el mismo afán con que un hombre serio arremete contra un atado de leña”. El periódico podría haber agregado que eran casi igual de amables entre sí, en su diálogo teológico. El espíritu agresivo evidenciado era exactamente lo que Elena de White había temido que podría ocurrir.

El Congreso de la Asociación General de 1888 se congregó en el nuevo templo adventista construido en Minneápolis, Minnesota, del 17 de octubre al 4 de noviembre. Un concilio ministerial que duró del 10 al 17 de octubre precedió al congreso formal de la Asociación General. Si bien los asuntos tratados se restringieron a la sesión formal, los debates teológicos se extendieron a través de ambas reuniones. Waggoner señaló, casi al cierre del congreso, que los tres puntos teológicos de la agenda habían sido los diez cuernos de Daniel 7, el Papado y la propuesta de ley dominical, y “la Ley y el evangelio, en sus diversas relaciones, bajo el título de justificación por la fe”.

De esos tres, el único que no dividió a las autoridades adventistas en Minneápolis fue el tema de la libertad religiosa. Todos estuvieron de acuerdo en que la propuesta de ley dominical nacional representaba una señal siniestra de la historia profética relacionada con Apocalipsis 13 y 14. Como resultado, nadie cuestionó los sermones de A. T. Jones sobre libertad religiosa.

El congreso adoptó tres medidas en cuanto a la cuestión del domingo: publicar los sermones de Jones sobre el tema, patrocinarlo en una gira de conferencias para presentar el tema y pedirle que encabezara una delegación de tres, para dar testimonio ante la comisión correspondiente del Senado de los Estados Unidos.

De modo que, al concluir el congreso, Jones estaba yendo por buen camino para convertirse en un defensor de la libertad religiosa de tiempo completo, cargo en el que haría algunas de sus contribuciones más importantes a la Iglesia Adventista.

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