Buscar...

miércoles, 30 de julio de 2014

Matutina de Menores: Julio 30, 2014

Venciendo las probabilidades


«Consideramos felices a los que soportan con fortaleza el sufrimiento» (Santiago 5: II).



Una mañana, Ray sintió que le dolía todo el cuerpo. Tenía la cabeza muy caliente y el estómago revuelto. Su madre llamó al médico que, después de examinar al chico, dijo: «Lamento decirle que Ray tiene poliomielitis».

Después de varios meses de recuperación, los médicos permitieron que Ray se fuera a casa. «No hay mucho que podamos hacer ahora. Es probable que jamás pueda caminar bien», dijeron. La mamá se enjugó las lágrimas, aunque no estaba sorprendida por la predicción del médico. «¿Deberá con­tinuar con los ejercicios? El esfuerzo le causa mucho dolor», preguntó. «Yo lo haría», contestó el médico limpiándose los lentes. Si continúa ejercitán­dose, podrá ir cojeando de un lugar a otro. En lo que respecta a caminar, no espere demasiado.

Pero el médico se equivocó. No contaba con la perseverancia de Ray, que llegó a ser un gran atleta. En los años 1900 y 1904 ganó medallas de oro en las Olimpíadas en tres disciplinas, entre ellas salto de altura y salto de longitud. En 1906 y 1908 tan solo ganó dos, ya que el Comité Olímpico eliminó una tercera competencia. Las piernas lisiadas de Ray Ewry ganaron diez medallas en diez intentos.

Mi heroína, Jackie Joyner-Kersee, ganadora de la medalla de oro de los Juegos de 1988 en salto de lolngitud, era una chica asmática. El asma y los depor­tes no congenian, porque los ataques de tos te dejan sin aire y el ejercicio desen­cadena ataques. A pesar de ello, Jackie perseveró y ganó una medalla de oro y el heptatlón femenino, una competencia de siete disciplinas. Su amplia son­risa y su triunfo llenaron las pantallas de televisión de todo el mundo. ¿Por qué se sentía tan feliz? Al igual que Ray Ewry, Jackie había sufrido dolores y malestares durante años, pero alcanzó el triunfo.

Pablo describe la vida diaria de un cristiano como una carrera, y el cielo como la medalla de oro. No sé tú, pero yo, cuando regrese Jesús, sonreiré más que los campeones de las Olimpíadas. Me sentiré feliz por haber sopor­tado el dolor y la incomodidad que estaban incluidos en mi entrenamiento.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario