Matutina de Menores: Julio 15, 2014

Batman ve la luz

«Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, tendrá la luz que le da vida, y nunca andará en la oscuridad» (Juan 8: 12).

Mientras se dirigía a la salida, Jonathan recogió los recipientes de murciélagos que había ido dejando en el camino. Cuando consultó su reloj se dio cuenta de que había estado bajo tierra más de tres horas. Avanzó bastante, hasta que llegó a un lugar donde la ruta se dividía en tres. Por algún motivo no podía recordar qué senda había tomado, ni tampoco pudo identificar ninguna señal que lo guiara.

A causa de la caída tenía dolor en la cabeza y en la pierna derecha. Cuando se dio vuelta para revisar uno de los túneles, le falló la rodilla y se cayó al suelo estrepitosamente. El ruido que se oyó le hizo saber que se había fracturado algo. La pequeña linterna se le escapó de la mano y quedó fuera de su alcance. Al buscar la que quedaba en su mochila se dio cuenta de que se había roto en una de sus caídas. Mientras gateaba buscando la linterna que había dejado caer, oró: «Padre, ayúdame. Nadie sabe dónde estoy y no puedo salir de aquí sin luz. Ni siquiera puedo gatear».

Como una respuesta a su oración, Jonathan observó la débil luz verdosa producida por las manecillas de su reloj. En la densa oscuridad de la cueva, aquella lucecita era un consuelo. Era como si Dios le estuviera diciendo: «Yo soy la luz del mundo». Jonathan sabía que no estaba solo; que estaba al cuidado de Dios.

Jonathan se durmió. No supo cuánto tiempo había estado dormido, pero despertó al escuchar su nombre. Sus amigos habían ido a buscarlo. Habían encontrado su aviso, dedujeron a qué cueva había ido y, al encontrar su auto, comenzaron a buscarlo. Después de administrarle los primeros auxilios, lo sacaron fuera de la cueva a la hermosa luz del sol. Las lágrimas inundaron sus ojos, no a causa de la luz, sino del inmenso agradecimiento que sentía por el cuidado de su Padre celestial; el Padre de toda luz.