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sábado, 5 de julio de 2014

Matutina de la Mujer: Julio 5, 2014

Nuestro Dios nunca se rinde


“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”. Jeremías 31:3



Una familia me pidió que cuidara de Rosa, una señora que padecía de cáncer de estómago y de hígado. Estaba en los últimos días de su enfermedad terminal y el cuadro se presentaba complejo. En vista de la necesidad que tenía de cubrir mis gastos universitarios, acepté la responsabilidad.

Recuerdo la última noche en especial, no fue nada fácil para Rosa. Se quejaba frecuentemente de dolor. Mientras yo cantaba, leía la Biblia y acariciaba su espalda, parecía tranquilizarse un poco. Al amanecer el nuevo día, y después de hacer todas las actividades que yo debía cumplir, sus familiares me pidieron que descansara. Me acosté y dos horas después escuché sus gritos desgarradores. No quería tomar los medicamentos y el dolor no le daba tregua. Acercándome, le dije con cierta firmeza que si no tomaba la medicación, el dolor no desaparecería. Entonces, ella tomó mi brazo fuertemente y me dijo: “¡Ayúdeme!”. Aprovechando la ocasión, le respondí: “Rosa, es momento de que usted pida a Dios perdón por sus faltas”. Oramos una vez más y ella, sin soltarme, comenzó a llorar, y a decir: “Jesús, perdóname!” luego repitió los nombres de sus hijos y lentamente su respiración se apagó.

Hacía mucho tiempo que Rosa se había retirado de la iglesia, pero aún en sus últimos momentos de vida nuestro Dios seguía llamando a la puerta de su corazón. La misericordia de Dios es inmerecida e inagotable. Sé que a pesar de su enfermedad y de la distancia que tomó de Jesús, llegará el día cuando la volveré a ver y juntas alabaremos y agradeceremos a Dios por su inmenso amor y bondad.

Querida amiga, hoy tenemos una renovada oportunidad de agradecer a nuestro Padre por la salvación que nos concede en Jesús y por llamar insistentemente a nuestro corazón. Personalmente, agradezco a mi Señor el privilegio de haber podido ayudar a Rosa. Él hizo provisión para todas mis necesidades, fortaleció mi fe y hoy desea hacer de ti y de mí instrumentos de salvación para otras personas. ¿Lo deseas tú también?

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