Matutina de Menores: Junio 3, 2014

Demasiado caro

«Sucede también con el reino de los cielos como con un comerciante que andaba buscando perlas finas; cuando encontró una de mucho valor, fue y vendió todo lo que tenía, y compró esa perla» (Mateo 13: 45, 46).

Tengo un amigo que, a lo largo de su vida, ha amasado una fortuna de millones de dólares, ha perdido muchos millones, y ha recuperado otros tan­tos después. Conduce un Porsche y un Mercedes, vive en una modesta man­sión, si es que una mansión puede ser modesta, y vuela por todo el mundo a su antojo.

Cuando le pregunté acerca de su éxito a la hora de ganar dinero, se rió. «Es muy fácil ganar un millón de dólares; solo debes desearlo realmente. Impli­ca un compromiso total».

«¿Desearlo realmente? ¿Qué clase de consejo es ese? —pensé para mí—. Si eso fuera verdad, todo el mundo sería millonario». Eché un vistazo a mi apar­tamento de tres habitaciones y a mi pequeño autito de doce años. Luché por borrar de mi mente un leve sentimiento de celos.

A la mañana siguiente, en la mesa del desayuno, mientras llenaba mi ta­zón de cereales de una marca barata, de repente, las palabras de mi amigo cobraron sentido. Fue entonces cuando descubrí que probablemente nunca sería millonaria. No puedo imaginarme dedicada por completo a ese objetivo en particular. Sin embargo, sí estoy complementarte comprometida con otro objetivo: el cielo.

Jesús dijo: «¿Quieren heredar el reino de los cielos? Entréguenme su co­razón». Eso implica un compromiso total. El texto de hoy muestra a Jesús como una perla de gran valor, cuyo precio es tan elevado que el comerciante tuvo que vender todo lo que tenía para poseerla.

Si puedo centrar toda mi atención, toda mi energía y todo mi compromiso en Jesús y en el reino de los cielos, y además ser bendecida con un millón de dólares o más, ¡estupendo! Sin embargo, si a cambio de obtener dicho millón de dólares no puedo entregar a Jesús todo mi ser, entonces ese millón de dólares es demasiado caro.