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domingo, 29 de junio de 2014

Matutina de Menores: Junio 29, 2014

La planta curativa


«Hay caminos que parecen derechos, pero al final de ellos está la muerte» (Proverbios 16: 25).



La peste arrasó Europa, y con ella llegó el terror. El primer azote golpeó pocos siglos después del fallecimiento del apóstol Pablo. Solo en la ciudad de Roma, Italia, se calcula que morían cinco mil personas cada día. En 1334 la epidemia se propagó por la India y China. En Europa, una de cada tres perso­nas moría. En la década de 1660, la peste volvió a arrasar Europa, yen 1894 llegó hasta el puerto de Hong Kong. Barcos llenos de tripulación apestada extendieron la enfermedad. Diez millones de personas murieron en la India a causa de esta plaga. En medio del desastre, surgió un popular tratamiento para la terrible enfermedad: la «planta curativa».

Expertos en medicina de todo el mundo recomendaban la «planta cura­tiva» no solo por sus propiedades para tratar la peste, sino también como cura para otras enfermedades como el cáncer, o para tratar llagas abiertas, sarna y heridas de guerra. Los doctores la prescribían para reducir el bocio y tratar roturas óseas. La planta fue declarada un milagro de la ciencia.

Hoy en día conocemos esa «planta curativa» con el nombre de tabaco. ¿Imaginas a un médico aconsejándote que fumes para curarte la gripe o para sanar tu pierna rota? Es probable que cambiaras de médico, ¿no? En los medios de comunicación se nos advierte constantemente que el consumo de tabaco es perjudicial para la salud. Y es cierto. El tabaco es veneno. Mata, y a menudo provoca un sufrimiento terrible durante el proceso.

Las numerosas pruebas y estudios realizados son una ventaja con la cual no contaban los científicos y los médicos de la Edad Media, quienes no inten­taban matar a sus pacientes. Aquellos hombres dedicados creían realmente que estaban en lo cierto respecto al tabaco, aunque en realidad estuvieran terriblemente equivocados.

¿Alguna vez has creído llevar la razón respecto a algo y después te has dado cuenta de que estabas equivocado? A mí me ha pasado; de hecho, me pasa a menudo. Por este motivo, en las cosas importantes de la vida como la fe en Dios, el comportamiento cristiano, el perdón de nuestros pecados, la muerte, la segunda venida de Jesús o la vida eterna, tú y yo no podemos permitirnos el lujo de equivocarnos. El modo de Dios es el único modo.

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