La calculadora humana
«Te recomiendo que avives el fuego del don que Dios te dio cuando te impuse las manos» (2 Timoteo1: 6)
¿Cuántos años, días y horas has vivido hasta ahora? Seguramente, al igual que yo, has encogido los hombros y has murmurado: «Ni idea». Cuando le hicieron esa pregunta a Thomas Fuller, él respondió en un minuto y medio. Su respuesta fue 70 años, 17 días y 12 horas. Los interrogadores pusieron su respuesta en duda hasta que él les recordó que no habían tenido en cuenta los años bisiestos. Thomas Fuller, que nació en Africa en 1710, fue trasladado hasta Virginia, Estados Unidos, en un barco como esclavo y fue analfabeto durante toda su vida. Sin embargo, tenía un don para los números. Sin duda, las matemáticas eran lo suyo.
Otro hombre con el don de las matemáticas fue Cari Friedrich Gauss. En su primer día de escuela, el profesor de Cari se molestó porque el niño contestaba a todos los problemas de aritmética que el maestro les planteaba antes de terminar siquiera de dictarlos.
Vito Mangiamele, el hijo de un pastor italiano, averiguó la raíz cúbica de 3.796.416 en menos de un minuto. La respuesta es 156, por si te interesa. Resolvió este cálculo ante la Academia de las Ciencias francesa a la edad de diez años.
¡Vaya! ¡Hablando de sentirse estúpido! Yo utilizo la calculadora para hacer las cuentas de lo que gasto en comida cada semana. Quizás mi problema radica en que soy más diestra que zurda. Los científicos han descubierto que las calculadoras humanas suelen ser personas zurdas.
Si no eres un genio de las matemáticas, no te desesperes. Tienes toda una vida por delante para descubrir los talentos que Dios te ha dado. Sin embargo, hay un don que todos compartimos cuando nos entregamos a Dios: el don del Espíritu Santo. Mientras que tu talento para las matemáticas, el arte, la música y los deportes tiene límites, no hay barreras para todo lo que puedes conseguir a través del don del Espíritu Santo.
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