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miércoles, 25 de junio de 2014

Matutina de la Mujer: Junio 25, 2014

Su amor es mayor que el pecado


“He aquí, amargura grande me sobrevino en la paz, mas a ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción; porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados”. Isaías 38:17



A los catorce años escuché un sermón sobre el Espíritu San­to y el pecado imperdonable, y me asusté. Era muy joven e interpre­té mal el mensaje, y el astuto enemigo puso en mi mente malos pensamien­tos. Me sentía un lobo con piel de cor­dero: la  peor de los seres humanos. Un día tuve un problema con mi esposo, así que salí de mi casa y me subí a un autobús sin rumbo fijo… Un joven se sentó a mi lado con una Biblia, y luego se durmió, dejándola abierta. Aunque el viento soplaba fuerte por la ventanilla, sus páginas no se movían de Isaías 38. No le di importancia y hasta me olvidé del hecho.

Por la noche fui a hablar con una amiga adventista, que oraba por mí y nos había dado estudios bíblicos a mí y a mi familia. Aproveché para desahogar mi alma. Mi madre y mi tía no cesaban de orar por mí. Estuve 22 años lejos de Dios.

Como instrumento de Dios, mi amiga me dijo que la culpa que yo sentía era señal de que Dios trabajaba en mi corazón y no se había apartado de mí. Me recordó que todo pecado confesado con arrepentimiento es perdonado y arrojado a la profundidad del mar. ¡Qué gran alivio fue escuchar eso, me saqué un gran peso del alma!

Cuando llegué a casa le pedí a Dios una señal de que estaba conmigo. Ante­riormente, lo había hecho y al no recibir inmediatamente la respuesta que espe­raba me aparté más de él. Esta vez me respondió de inmediato. Escuché una voz interior que dijo: “Isaías 38”. Entonces recordé al joven del autobús. Creo que fue un ángel. Mientras leía el capítulo sentí que Dios hablaba conmigo. Ahí estaba todo lo que necesitaba oír: ¡Había sido perdonada! Fue el momento más feliz de mi vida; reía y lloraba a la vez.

Mi vida cambió: me bauticé, mi esposo dejó de beber, estudiamos la Biblia, hacemos el culto, mi hija mayor se ha bautizado y oramos para que mi esposo también se bautice.

Amiga, si tienes algún pecado o una culpa que te atormenta y piensas que no serás perdonada, recuerda que Dios odia el pecado pero ama al pecador y lo per­dona. Mientras las palabras de perdón están aún en tu boca, él ya te ha perdonado.

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