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martes, 3 de junio de 2014

Matutina de Adultos: Junio 3, 2014

La salud del siglo XIX: Los buenos viejos tiempos eran terribles -1


¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No hay allí médico? Jeremías 8:22.



C. P. Snow una vez escribió que “nadie en sus cabales elegiría haber nacido en una época anterior, a menos que estuviese seguro de nacer en una familia próspera, gozar de una salud extremadamente buena y poder aceptar estoicamente la muerte de la mayoría de sus hijos”.

Francamente, aquellos buenos tiempos no eran tan maravillosos como los hace ver la nostalgia. La esperanza de vida media al nacer era de 32 años en 1800, de 41 en 1850, de 50 en 1900 y de 67 en 1950. La esperanza de vida actual para las mujeres en los Estados Unidos es de unos 80 años, aunque es un poco más baja para los hombres.

¿Por qué el cambio?, quizá te preguntes. La respuesta es bastante sencilla: mejores hábitos de salud, de higiene y de atención médica.

Los hábitos de salud de casi todos en el siglo XIX dejaban mucho que desear. Los que tenían dinero no solo engullían grandes cantidades de alimentos a un ritmo rápido, sino también casi todo lo que comían era poco saludable. Las frutas y las verduras eran evitadas por muchos que creían que la epidemia de cólera mortal de 1832 había sido producida por las frutas; y muchos sospechaban que las frutas y las verduras hacían daño a los niños, especialmente. La información básica sobre nutrición era desconocida. Además, incluso los alimentos buenos generalmente estaban en malas condiciones, debido a la falta de higiene al procesarlos y a la falta de refrigeración.

La dieta, por supuesto, simplemente era una parte del problema personal de salud. Los hábitos de baño, por ejemplo, tampoco eran satisfactorios. La mayoría casi nunca se bañaba, y algunas autoridades decían que los estadounidenses promedio de la década de 1830 nunca se bañaron en toda su vida. Hasta en 1855 inclusive, la ciudad de Nueva York tenía solo 1.361 bañeras para sus 629.904 habitantes. Y en 1882, solo aproximadamente el 2 por ciento de los hogares de Nueva York tenía conexiones de agua.

La promoción del baño del sábado de noche no era un chiste. En 1872, cuando Elena de White recomendó que “las personas sanas [...] deberían bañarse tan a menudo como dos veces por semana” (TI 3:80) estaba a la vanguardia de un aspecto del cuidado de la salud personal.

La mayoría hoy no tiene ni idea de lo insalubre que era la vida a mediados del siglo XIX. Cuando leemos los escritos de Elena de White y de otros reformadores de su época, debemos evaluarlos a la luz de los tiempos de ignorancia, enfermedad y muerte en los que vivían.

Cuando de salud se trata, ¡podemos alabar al Señor por vivir en días mejores!

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