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miércoles, 13 de mayo de 2020

Matutina de Damas :Mayo 13, 2020

GUARDA A MI BOCA 


«Pon guarda a mi boca, Jehová; guarda la puerta de mis labios» (Sal. 141: 3, RV95). 


Para guardar a mi boca, Jehová; guarda la puerta de mis labios», suplicó el Salmista, recordándonos con esta figura la importancia de poner centinelas en cada puerta de entrada a nuestro ser, así como se ponían antiguamente en cada entrada de una ciudad. Hagamos hoy un recorrido cultural por varias de las puertas de la ciudad de Jerusalén, para darnos cuenta de las maneras en que podemos «guardar» nuestra boca.

La puerta de las ovejas. Algunos comentaristas dicen que posiblemente estaba cerca del mercado de ovejas. Esta puerta, ubicada al extremo oriental de la ciudad, evoca la necesidad de que Jesús entre por ella y more con nosotras. Si él es el pastor que nos guía, nuestros labios estarán a buen recaudo.

La puerta del pescado era la que seguía a la de las ovejas. Era el lugar por donde los pescadores de Galilea entraban para vender lo que habían capturado en el mar. Esta puerta cotidiana para los humildes comerciantes de pescado nos induce a reflexionar en la humildad que debemos tener para reconocer que nuestras palabras deben ser sometidas al Espíritu de Dios.

La puerta vieja. Muchos creen que era la entrada a la primera ciudad allí construida, llamada Salem. La puerta vieja bien puede representar las sendas antiguas por las que la Biblia nos llama a caminar (ver Jer. 6: 16). No nos dejemos impresionar por nuevos modos de hablar o de pensar, sino desarrollemos un hablar arraigado en la antigua verdad de las Escrituras.

La puerta del valle nos recuerda que es a los pies de Jesús donde necesitamos postrarnos.

La puerta del muladar, a través de la cual se sacaba la basura de la ciudad, nos inspira a mantener nuestra casa espiritual limpia de pecado. Si nuestro corazón es puro, nuestras palabras también lo serán.

La puerta de la fuente y la puerta de las aguas nos conectan con el manantial de vida, que es Cristo, en quien hallamos limpieza del pecado.

La puerta de los caballos nos inspira a prepararnos para esa batalla diaria que es la vida mediante un arsenal de palabras que sean edificantes y elevadoras.

La puerta del juicio nos alerta de que Jesús vendrá a juzgarnos, dándole especial importancia a las palabras que hemos dicho.

Guardemos las puertas de entrada a nuestro ser de tal modo que las palabras que salgan de nosotras sean limpias y edificantes.

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