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lunes, 14 de enero de 2019

Matutina de Adultos : Enero 14, 2019

Oración por ayuda divina — 2


Cuando el arca se movía, Moisés decía: Levántate, oh Jehová, y sean dispersados tus enemigos Y cuando ella se detenía, decía: Vuelve, oh Jehová, a los millares de millares de Israel. Números 10:35, 36.


¿Anhelas la presencia de Dios en tu corazón?
El Arca era el símbolo de la presencia de Dios en su pueblo. Y, mil años después de que se elevara la plegaria de Moisés, David pronunció exactamente la misma oración en circunstancias muy diferentes (ver Sal. 68:1). Las situaciones cambian, el tiempo pasa, pero no cambia el sentido de la oración. Porque la súplica no se oxida con el paso de los siglos. Permanece pertinente en todo momento para el corazón humano.
Hoy, tú puedes elevar esta misma plegaria. En circunstancias muy diferentes de las de Moisés y David, puedes tomar estas palabras inmortales, antiguas, pero no anticuadas, y puedes decir, al comenzar y al terminar cada día, al principio y al final de cada tarea emprendida: “Ve, y haz que huyan mis enemigos. Vuelve, oh Señor, a mi vida”. Esta es la oración que pide la presencia divina al comienzo del esfuerzo, y ruega por esta misma presencia al final de la tarea.
Pero, hay algo más: Moisés recibe la respuesta divina antes de elevarla. Porque, allí, ya estaba la presencia de Dios. ¿No era el arca en movimiento la señal de que Dios estaba con ellos? El Señor solamente esperaba que se ‘expresara en oración el deseo de su pueblo. Así, el salmista pidió algo que ya se había realizado mil años antes, pero que se volvería a realizar por tan solo desearlo y expresarlo.
Esta es la paradoja de la oración: así como la presencia de Dios estaba antes de que Moisés pidiera por ella, el don divino está y se concede antes de que pidamos por él. ¡Pero Dios espera que lo pidamos! Solo recibes a Dios si lo deseas; y solo lo deseas ¡si antes está contigo!
Deseamos tener a Dios en nuestro corazón, ¡porque él anos buscó antes de que lo invoquemos! Y, cuando lo invocamos, fluye poderoso en nuestra vida. Y, mientras más experimentamos ese poder omnipotente y apacible, más seguramente lo anhelamos. Por eso, Dios dice mediante el profeta: “Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído” (Isa. 65:24). Cuando siembras tu oración, ya cosechas.

Oración: Te alabo, Señor, porque siempre estás conmigo.

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