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miércoles, 30 de mayo de 2018

Matutina de Adultos : Mayo 30, 2018

Buscar a Cristo lo es todo


Para que buscaran a Dios, si en alguna manera, palpando, le hallen; aunque cierto no está lejos de cada uno de nosotros». Hechos 17: 27, JBS


NUESTRO SEÑOR Jesucristo está cerca de cada uno de nosotros, tocando a la puerta de nuestros corazones. Mientras no abramos, seguirá esperando con el inmenso deseo de salvarnos de la muerte eterna y regalarnos vida. Su amor es tan grande, que esperará todo el tiempo necesario hasta que nuestro corazón responda.

En cierta ocasión, un grupo de niños quedó atrapado en una escuela en llamas. Algunos lograron salir, pero el fuego y el humó terminaron invadiendo las escaleras y dejó sin escapatoria a muchos. Los niños, asustados, se pegaron a las ventanas esperando a los bomberos; sin embargo, el rescate parecía imposible. Mark Spencer vivía a dos cuadras y, al ver el fuego, corrió hacia la escuela. No era policía ni bombero, pero acudió al rescate impulsado por sus sentimientos. Al llegar, pidió a los niños que rompieran las ventanas y los pedazos de vidrio cayeron al suelo.

Mark era un hombre alto, musculoso y fuerte. Todos podían ver el brillo de confianza en sus ojos, la seguridad de sus brazos y el amor en su voz cuando, a gritos, dijo a los niños: «Falten, yo los atraparé!».

Uno a uno, aquellos niñitos comenzaron a saltar. Los poderosos brazos de Mark los recibían y depositaban en el suelo. Finalmente, todos quedaron a salvo, menos uno; el pequeño Mike que miraba hàcia abajo y daba un paso atrás, con miedo. Mark le gritó, le suplicó, le pidió y le ordenó: «Salta, nada te va a suceder, yo te agarraré».

Los demás compañeros también le gritaban: «Salta, Mike, salta! Nosotros pudimos saltar, tú también vas a poder».

El niño se quedó allí, inmóvil por el miedo y, cuando el fuego cesó, encontraron el cuerpecito carbonizado de Mike, el hijo de Mark Spencer. Cuando la vida del pequeño estaba entre la vida y la muerte, su padre lo esperó con los brazos abiertos, suplicando, implorando, llorando por salvar a su hijo. Pero él no confió en sus brazos.

Jesús está aquí para salvarnos y guiarnos. Si se lo permitimos, nos salvará de la tragedia de este mundo. Oremos buscando a Cristo insistentemente y abrámosle nuestro corazón.

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