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jueves, 22 de marzo de 2018

Matutinas de Adultos : Marzo 22, 2018

Dondequiera que estemos


Mis ojos pondré en los fieles de la tierra, para que estén conmigo; el que ande en el camino de la perfección, este me servirá». Salmo 101: 6


los ESTÁ EN TODAS PARTES, MÁS CERCA DE LO QUE CREEMOS. Vela nuestra entrada y salida. Mientras trabajamos, viajamos y dormimos, él cuida de nosotros. Sus ojos están viendo nuestros movimientos: qué hacemos o dejamos de hacer. Lo maravilloso de nuestro buen Dios es que nos libra de muchos peligros y pelea nuestras batallas. Si no fuera porque Dios interviene a diario, ya habríamos perecido.

El viernes 6 de diciembre de 2013 se difundió una noticia que ha de inducirnos a reflexionar respecto al cuidado divino. Un nigeriano permaneció atrapado durante tres días en el fondo del océano Atlántico debido al naufragio de un barco remolcador con doce marineros a bordo. Dieron aviso a las autoridades y a la compañía propietaria del barco. Después de tres días de ocurrido el accidente, llegaron al lugar tres buzos que trabajaban a unos 120 kilómetros del lugar en un yacimiento petrolero. Rescataron once cadáveres y, cuando estaban por retirarse, hicieron un último intento y revisaron el interior del barco. De repente, una mano se aferró fuertemente a uno de ellos. Era Okene Harrison, el cocinero, que todavía estaba vivo. Había quedado atrapado en un bolsón de aire que se formó en el interior del barco al hundirse. Okene, sumergido en el agua helada, recordó el salmo que su esposa le había enviado en un mensaje de texto días antes, y repetía: «Señor, por tu nombre, dame vida» (Salmo 143: 11, LPH).  Su testimonio declara que lo salvó la mano divina. «Dios estuvo a mi lado», afirmó.

Este caso es una muestra de que Dios está a nuestro lado, incluso en lo profundo del mar. Él está con nosotros en el lecho del dolor, en los momentos de angustia, y cuando todos se han ido. Si levantamos la mirada y fijamos los ojos en Jesús, encontraremos alivio para nuestra necesidad. En medio del sufrimiento, podemos llamarlo, pero también cuando la felicidad nos embarga, pues Dios nunca nos pierde de vista.

Nuestro Señor dijo: «Les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo» (Mateo 28: 20, NVI). Oremos para percibir la presencia de Jesús a nuestro lado.

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