Polillas gitanas
Hijitos míos, les escribo eestas cosas para que no cometan pecado. Aunque si alguno comete pecado, tenemos ante el Padre un defensor, que es Jesucristo, y él es justo, (1 Juan 2: 1).
Las polillas gitanas llegaron a las costas de Estados Unidos desde Francia en 1869. Las llevaron a Massachusetts para que ayudaran en la producción de seda, pero ese experimento fracasó y muchas polillas adultas escaparon. Aunque las llaman gitanas, no viajan con rapidez. Migran como kilómetro y medio al año. Navegan con sus hilos de seda, el viento las lleva en diferentes direcciones a nuevos lugares.
Las polillas gitanas ponen sus huevos en pilas de madera, casas para perros, materiales de construcción, ladrillos, macetas, postes y cualquier lugar que les agrade. Cuando esos objetos cambian de sitio, las polillas se esparcen. Quizá hayas visto alguna. La hembra es color crema y no vuela. Puede que no recorra más que unos metros en toda su vida. De sus huevos nacen orugas, y cada una de las etapas de las larvas se llama estadio. Las orugas son de color marrón grisáceo con hileras de manchas rojas y azules. La polilla macho es más pequeña que la hembra, pero puede volar.
Las orugas de las polillas gitanas se adhieren a los árboles y si nada las perturba, pueden comerse todas las hojas de un árbol. Por fortuna no lo matan, al menos no de inmediato. La mayoría de los árboles no mueren a menos que les quiten más de la mitad de sus hojas durante dos años consecutivos. Las polillas gitanas son una plaga y probablemente seguirán con nosotros durante mucho, tiempo. Como afirmó un científico: «Tendremos que vivir con ellas mientras intentamos entender cómo es la naturaleza”.
Desafortunadamente, también tenemos que vivir con el pecado en el mundo. El pecado nos conquista si lo permitimos. Jesús nos ayuda a conquistar el pecado si se lo pedimos. Ora hoy para que Jesús te ayude a conquistar el pecado en tu vida. ¡Solamente así tendrás seguridad!
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