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viernes, 23 de marzo de 2018

Matutina de Adultos : Marzo 23, 2018

Dios, la fuente de la felicidad


«Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa». Juan 15: 11, NVI


TODOS ANHELAMOS SER FELICES Y VIVIR una vida llena de gozo y de paz, pero las circunstancias que nos rodean muchas veces nos impiden lograrlo. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define «felicidad» como: «Estado de grata satisfacción espiritual o física». Sin embargo, la felicidad es percibida por algunas culturas en forma distinta. Para los occidentales, se mide por la solvencia económica; y para los orientales, por la armonía o tranquilidad que experimentan los individuos.

En 2006, dejó de reinar el monarca Jigme Singye Wangchuck, del Reino de Bután, país situado en el sur de Asia, entre India y China. Cuando fue coronado en 1974, en su discurso inaugural, dijo: «La felicidad interior bruta es mucho más importante que el producto interno bruto del país». Desde entonces, luchó para que su gente encontrara la felicidad, haciendo cambios en las políticas de su nación. Desarrolló un programa modelo de búsqueda de la felicidad, combinando lo material con lo espiritual. Dedicó a ello sus 32 años de reinado. La pregunta es: ¿Fue su pueblo más feliz que los demás? Las encuestas afirman que lograron un mayor bienestar, pero no realmente la felicidad.

Esto nos hace pensar que la felicidad va más allá de las posesiones materiales o de un mejor estilo de vida. Jesús relacionó la felicidad con él mismo y su mensaje. No hay mayor gozo que Cristo viva en nuestro corazón y que por medio de su presencia en nuestra vida, traiga paz y felicidad. De esta manera, la felicidad está más vinculada con una relación que con posesiones. Es algo interior que no puede medirse por ciertas circunstancias externas. Cuando encontramos a Cristo, tenemos el Camino, la Verdad y la Vida.

Dios tiene interés en nuestra felicidad. «Todo el cielo está interesado en la felicidad de cada ser humano. Nuestro Padre celestial no cierra la puerta de la felicidad a ninguna de sus criaturas» (El camino a Cristo, cap. 5, p. 71). Por lo tanto, si el secreto de la felicidad radica en Jesús, debemos buscarlo insistentemente. Él está a nuestro alcance, y es su deseo que seamos felices. Oremos para relacionarnos con Cristo a través del aprendizaje de su Palabra.

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